¿Alguien conoce la definición exacta de la palabra amor? ¿Existe alguna idea que designe a un término tan ambiguo? Ambiguo en el significado y en la manera de materializarse. La belleza y atracción que nos suscita, ¿no residirá en este juego de la palabra? Caemos de una manera irresistible en sus brazos, nos dejamos morder por sus fauces; nos gusta morir con él y revivir en su claustro dulce-amargo. El amor entre dos personas suele convertirse en una meta perseguida durante la vida; mantener su continuidad exige cotas de fidelidad que, en ocasiones, resultan indomables. Nos gusta el riesgo y nos gusta creer que lo podemos controlar. |
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Los celos no están reñidos con ese sentimiento de amante. Se cubren de maldad cuando ese sentimiento se convierte en acusación. La desconfianza surge como un parto provocado por la furia de la sinrazón. Es una actitud desprovista de comprensión y maleducada. Abre el deseo y los replanteamientos; las dudas sobre el compromiso prometido, se cede ante la libido de un amor verde. Los celos son el arma arrojadiza de Massy Tadjedin con su debut como directora; el instrumento con el que tienta a sus personajes, la obsesión por el cariño posesivo. Neurosis compulsiva. Un revulsivo que sirve para explorar caminos hasta ahora sellados para Joanna (Keira Knightley). La actriz británica, que sufrió dislexia en su niñez, indaga entre los recuerdos y el misterio de lo posible. El vuelco que su vida sufre en “Sólo una noche” describe movimientos de pasión dulce. La seguridad del acomodo social que disfruta junto a su pareja Michael (Sam Worthington) anda con pies de barro. Su estabilidad emocional destapa los vínculos con el pasado gracias a Alex (Guillaume Canet). Recordado por dirigir “Pequeñas Mentiras Sin Importancia”, el personaje de Canet surge como una sombra mágica de luminoso atractivo. La llama del recuerdo se aviva y el papel de Keira Knightley se deja conducir por la contradicción del deseo. Se abren nuevos caminos de experimentación sentimental. |
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La relación de pareja vive en un entorno urbano, anónimo y acomodado. “Sólo una noche” refleja dos lances de amor vividos en paralelo; un giro de traición minúscula; no premeditada pero apetecible. La estabilidad se resquebraja, el engaño se baña junto a la hipnosis del momento. El teléfono móvil se convierte en un arma de control, su función comunicativa se hace incómoda; algo que sirve para unir a las personas puede suscitar elementos de fragmentación. Laura (Eva Mendes) es una bomba de relojería, fugitiva, sin más reglas que explosionar cuando le apetece, solitaria y nostálgica: amante del momento, sin prejuicios, abierta. Joanna y Laura son dos frutas del deseo diferenciadas por la manera de entender el placer. Joanna regala juventud acomodada, Laura exhibe madurez anticonvencional. Lo masculino encuentra en Michael (Sam Worthington) otro ejemplo de la infidelidad, que se esparce con lentitud, guiado por una mano diestra. Alex es un mosquetero que admite la derrota de lo imposible en una noche para recordar.
El deseo va urdiendo una tela de araña en dos parejas cruzadas.
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Massy Tadjedin crea un paseo nocturno por la reconquista y el abandono; lo que una ausencia puede provocar y la necesidad de estar juntos.
El efecto de unos zapatos olvidados en el lugar inadecuado en un momento inoportuno. Las miradas se cruzan enfrentando confusión y culpabilidad. |
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