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EL ABURRIMIENTO ES UN DON
Película "Holmes & Watson: Madrid days"
J. G.
(Madrid,
España)
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Ficha Técnica |
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El personaje que inmortalizó la obra de Sir Arthur Conan Doyle no admite imitadores. Su capacidad de observar roza la perfección, pero un certero análisis, su rapidez en solventar los casos -su poder de anticipación- provocan, con harta frecuencia, incomodidad. Será por la sana idea de contravenir esta regla por lo que el director José Luis Garci se aparta del camino dictado y decide trazar la figura de su propio Sherlock Holmes. El espíritu de Holmes & Watson. Madrid Days se comenzó a gestar en la mente de Garci el año 1998, tras rodar El abuelo. Nace así la idea de un nuevo Sherlock Holmes, junto a su inseparable Doctor Watson, ambientado en el Madrid el siglo XIX. Brota una película lenta, anclada en un mundo a caballo entre el progreso de la época y el vacío que origina el aburrimiento de una trama deslucida, donde el personaje principal se despoja del atuendo inglés. Lo más reseñable en este canto a la nocturnidad soñolienta es que en nada se parece a una secuela del clásico.
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A estas alturas de su carrera, no se le puede enseñar nada a Garci; se ha ganado el derecho a concebir películas para el deleite personal. En su nuevo largometraje, no desmonta al detective londinense. Reinventa su figura despojándola de visera y pipa meerschaum para acercarla a la mentalidad española. Aparte de esta licencia, la película se investiga sola; cojea de continuidad atrayente. Holmes y Watson nos reciben en un paseo por el Madrid burgués, con cafés y teatros de variedades que se prestan al goce del progreso, entre el olor inmundo de morgues silenciosas: ambientes que aceptan con pasividad la muerte de un siglo.
La criminalidad surgida en los lavaderos del Manzanares despierta en Holmes el hambre morboso sobre la existencia de Jack El Destripador agazapándose en los callejones de Madrid (el mismo que S.J. Clarkson inmortalizó en 2009 con El Asesino de Whitechapel). La película no ahonda en el talante investigador de Sherlock Holmes ni atrapa con el halo intrigante que mueve su figura. En un ejercicio de imaginación sana, José Luis Garci se aleja del retrato marcado por el escritor inglés para recrearse en la faceta más desconocida de sus personajes: Holmes y Watson se asombran de sus descubrimientos en una capital exuberante de romances, cocido madrileño, aguardiente y porras. Esta aventura relata un paseo aburrido entre ambientes elaborados, con poco de macabro, por donde circulan personajes fieles al guión, sin chispa. Holmes es demasiado frío, mascullador del espanglish en los nombres propios y castizo con el resto de palabras. Este cambio de tono irritante en su pronunciación momifica un trabajo actoral interesante en la piel de Gary Piquer (Mal día para pescar, 2009, de Álvaro Brechner). Me río cuando este Sherlock Holmes intercala a Shakespeare con Cervantes.
La carga social aparece como aditamento que engorda la salsa del ambiente plagado de corrupción política donde se ve cómo política, magnates y prensa sobreviven bajo el paraguas manipulador que dirige un progreso desenfrenado. |
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La acción se duerme aburrida mientras se topa con la riqueza fotográfica de sus imágenes en una lúcida variedad tonal dominada por lo oscuro. El director de escena ha sabido mimar los decorados a caballo entre el romanticismo y lo siniestro. Este aspecto se defiende en el submundo de la intriga asesina y la complicidad amorosa donde lo carnal se cita con lo pasional. Vemos a Sherlock Holmes desprendido del humor inglés conservando la compostura británica en las maneras de servir el té (sin leche) a Watson. El abuso de los fundidos de plano molesta, las escenas siguen un montaje encadenado donde el espectador se convierte en protagonista buscando la intención del director, sin animar a la imaginación ni la elucubración propias del ambiente detectivesco. Las escenas se encadenan formando un tren de vagones vacíos, sin tirón, feneciendo en vía muerta. Algo así como abultar en metraje para regocijo del director y sufrimiento del público. A estas alturas me pregunto si este Sherlock Holmes es detective o un sabiondo en viaje de placer que se vale del nombre.
Según se acerca el final, el esperpento investigador desvela una misoginia académica adiestrada en el vocablo inteligente. Demasiado tarde para olvidar esta pesadilla acosadora donde la tijera del Garci editor hubiera acertado siendo más enérgica. Ciento treinta minutos de historia aburrida resultan ofensivos cuando se ofrecen en salas comerciales; no así para divertirse entre amigos, comentando la jugada sin necesidad de darle al pause. Ya es tarde para liberarnos del peso que hemos ido echando sobre nuestras espaldas. Sin duda, José Luis Garci domina la técnica; su nueva película adolece de cercanía. ¿Le habría importado seguir hasta las tres horas? ¿Es esto egocentrismo sano?... Con Holmes & Watson. Madrid Days, Garci ha cumplido la mayoría de edad al tratarse de su película décimo octava: ¿aguantará hasta la número sesenta y cinco para jubilarse? |
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En la rueda de prensa posterior, el cineasta, con razón, se curaba en salud afirmando que si la película fracasa no pasa nada ya que el cine actual está muriendo. Si la figura de Sherlock Holmes no hubiera existido con anterioridad, José Luis Garci habría creado un clásico del aburrimiento más plomizo. El crítico, director y productor madrileño se estrella en su propio vómito con el tándem Holmes-Watson. |
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