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EL MADRID APAGADO DE GARCI
Película El crack Cero
J. G.
(Madrid,
España)
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Ficha Técnica |
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El regreso de dinosaurios cinematográficos asusta. José Luis Garci, como Godzilla, hace tambalear la superficie que pisa aunque, a veces, el nombre de la criatura es más ruidoso que su huella. Se se enfrenta a la genialidad inalcanzable y a la insignificancia, acompañante del bostezo repetitivo en la negrura del cine. La historia protagonizada en su momento por Alfredo Landa se aleja de la imaginación entretenedora que Garci, posiblemente, no haya buscado. El crack Cero camina por la recta final de una trilogía detectivesca. El entorno político y sus consecuencias futuras pasan desapercibidos: ¿qué más pedir a la escasez creativa? La portada de un periódico anunciando la muerte de Francisco Franco participa de una identidad histórica lánguida. La noticia se escucha a través de una radio mientras la cohabitación conyugal funde universos que respiran separados. Las miserias de la España que asiste a una época nueva son anécdota. ¿Dónde está la decadencia sembrada por el miedo al puño dictatorial?, ¿y el resurgir de una ilusión liberadora?
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Germán Areta, vinculado a lazos policiales que se movían en la alegalidad, es el sabueso que se cruza entre el suicidio como muerte oficial y la sospecha del delito; un bloque granítico a la caza del homicida en un mundo donde traición y venganza se sirven frías; un témpano conocedor de los perfumes femeninos que se enfrenta a la violencia de género con autocontrol, y puños si es necesario. Moro, su ayudante, fustiga con latiguillos cómicos la investigación del Caso Benavides. El investigador que ahora va por libre es el espejismo de Bruce Willis sin la pimienta de Ramón Langa como doblador, parte del elenco en El crack Cero. El aire detectivesco acompaña a la soledad del expolicía, grueso de la Brigada Criminal, que sólo necesita unos buenos zapatos y paciencia para su trabajo.
El universo de este drama policíaco se sumerge en un mundo referencial que conduce a las obsesiones y preferencias de Garci: el cine de los años 40-50, Bogart, el humo como elemento protagónico o el mundo pugilístico con boxeadores bailando al ritmo de un combate artificial. Su onanismo condecora a sus ídolos de niño grande. El asesinato familiar y la vendetta de sangre se exhiben orgullosos con diálogos planos salidos de personajes anodinos. |
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El papel de la luz en la fotografía, muy alejado de la pureza que Lukasz Zal captura en Cold War, es crucial. La piel bicolor es una imposición del momento tomada como homenaje al cine Noir. La precisión técnica con que este apartado se desarrolla perfeccionista, sin suciedad callejera, ni excita ni conmueve. La neblina, con olor a nocturnidad alquitranada, viste el cielo de Madrid ante la presencia de trajes publicitarios museísticos y edificios emblemáticos arrancados de películas anteriores. El rodaje cenital y los fundidos constantes recrean un mundo de ensoñación que sostiene la narración grisácea. La banda sonora es de la casa, con Jesús Gluck como responsable, otra vez más, de la ambientación musical. El crack Cero es un proyecto arriesgado en busca de perchero, manco de originalidad, furia y garra. Hipocresía, estafas, crimen, maldad y adulterio esperan la resolución de la Justicia para que la vida siga igual. |
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Cuando Garci dijo ‹‹No voy a volver a hacer una película››, ¿pensaría sus palabras? Luis García Berlanga fue más sincero al afirmar algo parecido, con un matiz sabio: ‹‹no creo que vuelva a dirigir cine, pues he decidido ese retorno a la soledad››. La diferencia entre ambos es que el segundo cumplió su palabra mientras que el primero, no.
La música de Cole Porter cierra con un sabor a cine burlesco, redundante en la temática que no exprime el jugo a la textura de sus imágenes. José Luis Garci baña dos horas en blanco y negro de postal. |
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