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CINE Y ESPECTÁCULOS
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EL VACÍO DE JACKIE KENNEDY, UNA REINA SIN CORONA
Película "Jackie"


J. G.
(Madrid, España)

Jackie
  Ficha Técnica Video Banda sonora  
La figura de Jacqueline Lee Bouvier Kennedy es abordada por Pablo Larraín en un documento tan frío como desangelado. Su estela, cara amable del clan presidencial, ha sido y será controvertida y admirada; pasando, en cuestión de segundos, de primera dama a viuda nacional dentro de un país amante del patriotismo glamuroso como Estados Unidos.
Jacqueline es “Jackie”, una incursión en su vida a modo de papel cuché, con guiños a la introspección intimista, donde la mano del director chileno brilla por su flojera esbelta. Trascendiendo del aura icónica que su feminidad se ganó, la trama planteada indaga entre pesadillas sembradas de dudas existenciales, el poder de la culpa invocando la salvación del marido asesinado antes que la del presidente masacrado, el titubear humano de una mujer frágil. Su corrección como testigo directo del homicidio moldea una mezcla irreemplazable de pasado y presente que a partir de ahora bronceará un futuro incierto.
 
Jackie Kennedy (Natalie Portman) en 'Jackie'  
Jackie junto a Bobby Kennedy (Peter Sarsgaard) en 'Jackie'
La inteligencia discretamente incisiva de un periodista que sabe mantener el cuerpo a cuerpo, evita los golpes mientras lanza los suyos. Destapa la imagen escondida de una diosa de banderín huyendo del presencial que suscita escuchar el estallido de una bala sobre los sesos del presidente. Larraín busca la cercanía femenina en la esencia recluida de una ex primera dama convertida en empuje del corazón norteamericano. No persigue el enfrentamiento con la Historia contando una parte hasta ahora silenciada mientras pasa de puntillas sobre el ejercicio crítico de la narración documentada. Se adentra con el bisturí de un cirujano pulcro y comedido en una vida convulsa durante cuatro días traducidos en una eternidad tortuosa. Se aleja del olor a complicidad que Oliver Stone despierta en “J.F.K.: caso abierto”, de los entramados políticos y policiacos que alimentan los complots sobre la figura del presidente demócrata. La figura de Larry Osvald aparece con la ligereza de anécdota informativa para justificar su existencia, sin mojarse.
Billy Crudup interpreta al periodista que entrevistó a Jackie Kennedy en 'Jackie'  
JFK ha muerto
“Jackie” es el resultado respetable de un contrato comercial entre director (talento) y productores (dinero). Como dicen quienes que no se muerden la lengua con nadie, (a Larraín) sólo le falta construirse la piscina. Su protagonista humaniza la imagen de una esposa arrollada por un tormento de confesonario, adentrándose con bisturí de cirujano pulcro y comedido en una vida convulsa durante cuatro días traducidos en una eternidad tortuosa. Aparece como una mujer que no se atreve a vomitar lo que desconocemos acerca de la relación con su marido, quien se desliza por la pantalla como una bayeta sin polvo o un estropajo ensuciado por un amasijo de sesos calientes; firme y dolorida, tan afectada por la muerte como dueña de una impermeabilidad rocosa que huele a venganza y sabe a caviar caducado. Pablo Larraín muestra a un personaje vestido de fantasma con la sábana de una sinceridad frívola y poco creíble; edifica una película tan lineal como disparatadamente insulsa sobre la figura de una mujer que no deja de esconder curiosidad.
El reportaje casero en blanco y negro coquetea con un colorido mortuorio que, inevitablemente, se deja atrapar por la sombra del fatídico día en que John Fitzgerald Kennedy fue asesinado, anteponiendo la clave imaginaria al registro documental tan clásico para ilustrar la muerte de JFK.
John Hurt (el párroco) junto a Natalie Portman (Jackie)  
Una de las pocas escenas en las que Jackie parece junto a su marido, el presidente (izquierda) y su hermano Bob (derecha)

Larraín no se ceba en la sangre de la bala que hizo historia. Alejado del cine comprometido, ofrece la visión perfumada de Jackeline Kennedy entre planos que se regodean en el intimismo suave de una vivencia trágica; el intento de desnudar a un mito a través de la cercanía convertida en frialdad irreconocible. Su imagen proyecta distanciamiento en la cueva familiar, y dentro de la isla personal, como una muñeca adulta despojada de la divinidad presidencial, convertida en sombra oxidada de lo que fue y absorbida por una actitud cinematográfica pétrea.
Natalie Portman mata el espíritu de la señora Kennedy con una borrachera de mesura ficticia mientras Pablo Larraín crea una obra de encargo. Su fragilidad de maniquí se siente reconfortada por la última aparición en la pantalla de John Hurt vivo, coincidencia impagable.

J. G.


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