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CINE Y ESPECTÁCULOS
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A VER QUIÉN GRITA MÁS
Película "Underworld: guerras de sangre"


J. G.
(Madrid, España)

Underworld: guerras de sangre
  Ficha Técnica Video Banda sonora  
Cuando el hombre descubrió el fuego, lo celebró con gestos onomatopéyicos. Saltaba y gruñía poseído por el asombro natural. Cuando buscamos imponer normas sin razón nos acogemos enloquecidos, sin frescura prehistórica, a la sinrazón del grito afónico. Cuando películas como “Underworld: guerras de sangre” invaden las pantallas, los amantes del buen cine lanzamos un grito empachado por la desesperación. La quinta entrega de una saga convertida en repetición abominable, a través de constantes renovaciones, se resiste como gato panza arriba a la muerte digna. Pronostica el desenlace que acabe con el mito para dejar una temerosa luz esperanzadora sobre el resurgir de la bestia maldita, alimento de la hartura; mezcla el estupor clamoroso con el cántico entendible y molesto de enloquecidos seguidores. El grito impera como medida de fuerza para ver quien se lleva el gato al agua en este mundo de tinieblas pixeladas, convirtiendo a vampiros y hombres lobo en coro de una sinfonía tan abominable como atronadora.
 
David (Theo James) junto a su padre, Thomas (Charles Dance)  
David y Selene (Kate Beckinsale)
El enfrentamiento entre licántropos y vampiros reproduce el choque entre un madridista y un culé. Ha pasado más de un milenio desde que estas dos especies se dan de tortas con su estupidez musculosa y, como buen refrito cinematográfico, siempre resurgen de sus deshechos. La belleza telúrica de “La pesadilla", el primer relato del vampirismo español (magnífico Fernando Guillén), sobrevive dignamente junto al licántropo inigualable que fue José Luis López Vázquez en “El bosque del lobo”.
Mientras el brexit debilita a Europa, los Lycans se afanan por ampliar fronteras amparados en la debilidad del vampiro antibelicista. Las dos especies se enfrentan en una batalla de gallos esperpéntica, con piel de videojuego, a ver quién grita más fuerte en un cabreo de sonoridad irritante. Entre tanta orgía de orquesta desafinada, resurge David (Theo James), el hijo transformado en Terminator de Transilvania, paseándose por este desfile de maniquíes sin percha, a excepción de su padre, un Charles Dance (“El chico de oro”, “Juego de Tronos”), que, a pesar del protagonismo escaso, hace honor a su presencia. Kate Beckinsale, la heroína del encontronazo salvaje entre razas enfrentadas, envuelta en cuero hasta las cejas, se enfunda en la simbología sexual de una guerrillera atlética y motera: prototipo de la mujer que tiene por cerebro el gatillo de un arma.
Underworld: guerras de sangre  
David encabezando a los Vampiros

Ya no asusta que el cine B se imponga en las carteleras con aires de estrellato sino que los productores saboreen, como nuevos vampiros, el olor monetario de películas cada vez más alteradas genéticamente. Anna Foerster, más inmersa en la dirección televisiva que cinematográfica, entrega un producto transgénico, tan insípido como artificial, convertido en gallina de los huevos de oro. Su segundo trabajo como realizadora cumple las expectativas de película ruidosa, dirigida a un público que ha reemplazado el seso por la testosterona híbrida. Es un recital de chillidos molestos propagando la agresividad de un cerebro hormonado. Los noventa minutos eternos pronostican una continuidad previsible. Para llorar.

J. G.


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