Aunque los faros sirvan para alumbrar y esclarecer el camino a los barcos, en
Keepers, el misterio del faro su protagonismo oscurece una narración grisácea. Entre la humedad del paisaje escocés y la soledad del océano Atlántico, tres fareros se adentran en una convivencia suicida. La pose hierática e inmóvil de esta atalaya seduce a golpe de misterio y dosis de drama estudiado. La contención siniestra se respira a través de secuencias que nadan en las aguas del misterio y un enfrentamiento creciente entre conocidos y con desconocidos. El inicio amable no hace sospechar el desenlace posterior. Los pasos y la mirada de
Peter Mullan definen la presencia misteriosa del viejo lobo que esconde secretos inenarrables. Mullan actúa como el viejo sabio que no quiere abrir la caja de los truenos en forma de tesoro, el resto del equipo se deja atrapar por la tentación de averiguar su contenido. Gerard Butler, más próximo a
Coriolanus que a
Un hombre de familia, sobresale con su locura creciente y el joven Connor Swindells, hambriento de aventura, no imagina lo que le espera. El trío clava unas interpretaciones afiladas conducidas por la honestidad de su naturalismo: cada palabra, cada mirada, la expresividad del gesto respiran autónomas. La presencia de una caja perdida cataliza sus vidas hasta extremos inesperados.
El aire brumoso invade el metraje con actitud protagónica. Su intensidad, creciente en la monotonía, se apodera de una transición maquiavélica desde la convivencia al enfrentamiento.