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CONTENCIÓN ADOLESCENTE
Película La chica del brazalete
J. G.
(Madrid,
España)
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Ficha Técnica |
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La tranquilidad con que un día playero inicia una pesadilla da paso a la trama judicial que no descansa. La presencia del suceso real añade más interés al caso aunque su seguimiento pueda hacerse cuesta arriba. La frontera entre el crimen y la inocencia está marcada por la presencia hierática de una acusada contraponiendo su perspectiva exculpatoria a las pruebas que certifican el homicidio. La versión distinta de lo sucedido no contradice la oficial, desmonta el papel de una fiscalía rigurosa a la búsqueda del culpable. La falta de respuestas que satisfagan su curiosidad penalizadora hace más farragoso el acercamiento a la verdad. El tratamiento de Stéphane Demoustier focaliza su energía en el seguimiento del juicio condimentado por la lentitud entre preguntas y respuestas en vez de buscar respuesta a las causas del delito. El periplo procesal es un choque de trenes entre inculpado, el dedo que señala y espectador, un pulso legal, el derecho a guardarse lo ocurrido porque no haya nada que explicar, la libertad de no atribuirse una culpabilidad que considera inexistente. La necesidad vital de conseguir la confesión envuelve al caso en una espiral de conclusiones lógicas que alcanzan lo desesperado.
La chica del brazalete es la historia de un sumario con delito de sangre, el destino de una tobillera que marca moralmente, la lejanía del duelo que resume muchos dilemas sin palabras en un plano final impactante.
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La presencia policial que abre el protagonismo de la ley es el señuelo para atraer la curiosidad. El argumento posterior mueve los pedales de una maquinaria engrasada con combustible dramático y lentitud. La comodidad de los Bataille se vuelve intranquila y desunida. Lo inesperado descubre a una persona desconocida, rompe un hogar. El caso de Lise Bataille robustece la desconexión entre padres e hijos, las intimidades con amigos, la libertad sexual, la diferencia entre una apuesta recreativa y una relación erótica, la instauración de una familia fuera el entorno doméstico. La resolución de un acuchillamiento con pruebas detalladas no altera a una procesada que domina los nervios a la hora de defender su postura. El dominio de Lise durante toda la película es una lección de buenos modales y control mental. Su contención adulta es un retrato sin trazos de odio, falsedad, dolor ni arrepentimiento. El convencimiento de las declaraciones rechaza el victimismo exterioriza un sentimiento profundo del que no se avergüenza.
La chica del brazalete es una batería de preguntas y respuestas que se cruzan sin violencia, fuego abierto en un campo minado, frases frías y controladas que no pretenden ridiculizar el papel de la justicia.
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El uso incorrecto de las redes sociales entra en el juego moral más allá del proceso judicial. El abismo es generacional en un campo tecnológico que copa el ocio adolescente con más fuerza que la convivencia en el hogar. Se abre el debate, más interesante, de hasta qué punto la juventud maneja con responsabilidad la libertad que internet ofrece. La brecha de los códigos entre chavales capaces de crear mundos donde la presencia adulta es imposible queda abierta.
Lise, la chica del brazalete, permanece serena excepto durante un soplo minúsculo, y básico, de abatimiento en voz baja. La argumentación clara y hábil es capaz de sembrar la duda en la decisión final. La cámara es un ojo natural que no pretende mostrar más de lo que las escenas enseñan en un ambiente donde culpabilidad o inocencia quedarán como un secreto entre amigas. |
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