La resistencia es lo único que alberga esperanza en un mundo tutelado por cuidadores falsos. La vida en el campo tiene sus pros y sus contras para el agricultor: genera libertad y, al mismo tiempo, condiciona el vínculo entre el individuo y la cooperativa. Todo marcha bien hasta que el varapalo sentimental y laboral se enfrenta a lo inesperado que sólo mentes frías y pragmáticas consiguen superar. Inga defiende la tranquilidad que no está reñida con la rebeldía. Es el témpano que afronta la injusticia social sin heroísmo. La decisión de avanzar, a pesar de los obstáculos escondidos, reafirma el talante emprendedor, y valiente, de una mujer indignada ante prácticas sospechosas, movidas por intereses poco comunitarios. La autosuficiencia convertida en arma se enfrenta a los chanchullos monopolísticos que, en teoría, cuidan del rebaño.
La campaña iniciada contra lo establecido inquieta a los intereses, y el prestigio, de unos dirigentes sociales que anteponen intereses mafiosos al bien común. La corrupción llega a Islandia de manera poco sospechosa, estrangulando sin ahogar. El paisaje desolado, cubierto por una capa de reposo níveo, compagina el silencio de muchos con el nerviosismo de unos pocos, entre los que se encuentra Inga. Ella puede ser tachada de neoliberal; defiende la lucha de una mujer que no acepta el sometimiento a la dictadura cooperativista sustentada por negocios sucios. Donde los demás ven tormentas, ella encuentra posibilidades de negocio. La pérdida del marido se siente reconfortada con la lucha justa por abrir un mercado libre que no excluye a sus jefes antiguos, si las condiciones merecen el apoyo. Él fue una marioneta presionada hasta el límite.
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El cine islandés tira por lo ecológico, dejando años luz al resto de Europa, revelando que la miseria humana no tiene fronteras. Es un desierto de quietud incómoda. La mecanización no ha hecho desparecer la rutina del desayuno, el reproche de las aventuras aparcadas. Las miradas se imponen con autoridad de ogro. Los mutismos copan diálogos más preocupados en llevar una granja que en mantener encendida la llama de la comunicación en pareja. El ambiente rural se vuelve rocoso.
La despedida es una caricia sigilosa, premonitoria. Una gota de sentimiento en forma de lágrima y gemido inunda la frialdad islandesa a través de la muerte. Su sentido ayuda a descubrir un escenario que maneja a las personas con intereses desfavorables para el individuo. La vida ha cambiado poco excepto que, ahora, quien manda es la mujer. La finalidad del suicidio, que llega a interpretarse como traición, es la columna vertebral de una denuncia llevada a la práctica. La presencia fuerte y varonil de Inga descubre intenciones ocultas manejando los hilos en el economato local. El suspense se acerca a Michael Haneke.
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El suspense está medido por la contención que deja las puertas abiertas al imprevisto sin perder intensidad. Algunos vecinos esconden más de lo que dicen. Falta el detonante. Internet actúa como mecha de una bomba incómoda. El jefe no sea tan malo como parece. La cooperativa protege los intereses generales controlando las vidas del condado. Inga rompe la baraja y vende por su cuenta.
La fotografía de una Islandia ganadera defiende su sostenibilidad agraria. La resiliencia final hace de la vida un cambio permanente visto en positivo. El desahucio es la represalia del fuerte sobre el débil, una vez más. Qué es peor: ¿morir o vivir con un montón de deudas hasta el cuello?Aunque los granjeros cambien de hogar, las vacas seguirán saliendo a pastar al mismo prado para dar el mismo oro blanco que se espera de ellas. |