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CUANDO LO ABSURDO ES NORMAL Y VICEVERSA
Película Sobre lo Infinito
J. G.
(Madrid,
España)
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Ficha Técnica |
Video |
Entrevista a Roy Andersson, director |
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La estructura clásica de cualquier relato se compone de tres partes: principio, nudo y desenlace. Roy Andersson sigue esta pauta colegial con rigor anárquico en su película más reciente, se salta el concepto de cine formal con la pértiga de lo diario. El esfuerzo imaginativo para superar el listón de la originalidad es mínimo; la confianza en su impacto, merece atención. Los personajes son el corazón de diálogos insípidos y escenas tan conocidas que resultan banales. Son flemáticos y distantes; lo notable reside en su simpleza. El silencio dirige el mensaje; la parsimonia interpretativa choca con la sinceridad del acontecimiento excepto ocasiones contadas en que la impotencia estalla. El instante pasa con fotogramas del absurdo; vulnerabilidad, dominación e inocencia son apéndices del mismo cuerpo. Sobre el infinito es una película basada en hechos reales sin que lo anuncie: ¿hay una humildad más elegante? Cuando comprendamos que lo frecuente es infinito se entenderá la intencionalidad del título.
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Una voz sin rostro introduce momentos que salpican lo banal y lo grave en el reino de la síntesis narrativa. Es el hilo conductor que martillea con su repetición sofocante. Las historias que forman Sobre lo infinito se despojan de lo accesorio hasta alcanzar la pulcritud que puede resultar inquietante y estúpida. Da paso a opiniones encontradas entre defensores de un carácter superfluo y quienes sostienen su precisión. Esta dualidad despierta la reflexión que, a veces, cuesta desenmarañar mientras que en otras ocasiones su presencia es palmaria. |
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Después de ganar el León de Oro en Venecia, en 2014, con Una paloma se posó en una rama a reflexionar sobre la existencia, otra cinta metafísica, Roy Andersson plantea una estética juguetona con los significados. Los tonos pastel de la geometría ambiental respetan una flema nórdica amante de lo melancólico, marcan el trazado de su fotografía elegante. La discreción viste cada episodio con trajes irónicos. La trascendencia histórica suaviza la crueldad con el vuelo de dos amantes por el cielo de Colonia bombardeada. El paisaje aéreo siente la caricia de una brisa musical entre surrealismo y apocalipsis. La imagen es una acuarela homogénea comiéndose un guion fabricado para relamerse en el caos organizado. El minimalismo, una constante creadora de elucubraciones sobre la vida, la pérdida de la fe y el miedo a no poder recuperarla; sigue los pasos de la derrota hacia los campos de concentración por un sendero antibelicista que acoge a los perdedores; la violencia doméstica es un cuadro teatral; la calma mira la caída de la nieve para constatar el peso de la rutina. Los protagonistas gritan con educación la soledad que identifica al estado del bienestar. El dibujo sin concierto de lo conocido alerta con secuencias inconexas concebidas como microhistorias del sinsentido; ralentiza una película que busca el retardo riéndose del espectador con autoridad. La provocación apadrina lugares comunes. La extensión del vacío descansa tranquila, la soledad galopa salvaje por el campo. La frialdad es la dueña de una ciudad fantasma. La convivencia humana es presencial. El realizador sueco pone el acento sobre explosiones de cotidianidad que nos pasan desapercibidas. ¿Será por eso que el sentimiento participativo, de defensa y de rechazo, nos identifica en la pantalla?
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La misera humana vista sin patetismo no invita a la risa. Sobre lo infinito, despojada de atuendo, no pretende nada y lo abarca todo. Es abstracción kandinskiana y novedad objetiva con toques de causticidad; una consecución de cuadros autónomos dirigidos por la insistencia, exasperante, de un mensaje repetitivo: Vi a un hombre... |
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