La coincidencia de que el último día de colegio encaje con la llegada del primer amor en forma de flechazo rechina un poco. La perspectiva con que se mire la pantalla decidirá si dirigimos el dedo hacia abajo o para arriba. El glorioso caos de la vida siente la tirantez de cuerdas invisibles que inmovilizan al melodrama acaramelado o puede sorprender por la tragedia que merodea con lentitud. La acción imprevista se agarra al gancho emocional más que racional. Las mirada se divide en dos mundos: sorpresa y frialdad; una se deja conquistar paralizada mientras la otra pretende embaucar con florituras adolescentes. En medio, se encuentran unos padres liberales en su afectividad privada. Cuando hay que hacer piña para asimilar los asuntos de familia, el caos invade lo cotidiano.
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La ópera prima de Shannon Murphy se aborda como un libro dividido en capítulos donde los personajes son el hilo que une las secuencias. Lentamente, van descolgándose como un batiburrillo familiar que abre las puertas a un miembro nuevo que también forma parte de sus problemas. En medio de este solar poco normal, con pinta de patio burgués, la aparición de Moses es clave para una trasformación social. Toby Wallace es un talento joven que refresca con su energía de fierecilla sin agresividad que no escapa de los traumas personales; un superviviente del día a día huidizo de la caridad pero usa sus tretas callejeras para tirar adelante; alguien chantajeado por la prostitución caritativa del soborno fácil. En un contexto tan cómodo como trágico suceden muchas cosas sin que nada cambie la trayectoria definida del enamoramiento y el desamor; del recuerdo entre relaciones antiguas y la necesidad de sostener la actual. La realización lanza perlas en forma de campanillas que no buscan la sorpresa aunque al final lo consigue. |
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El valor finito de la vida aprovecha el momento con ópticas diferentes que absorben el momento o se preocupan del futuro incierto, etiquetado demasiado rápido. El dolor interrumpe la normalidad, la relación de pareja se tensa y destensa de forma espontánea. El primer amor y la enfermedad son elementos inesperados. La empatía musical entre madre e hija no es aprovechada para fortalecer vínculos sino que aleja sentimientos y crea expectativas más obligadas que cariñosas. El glorioso caos de la vida es una película fragmentada donde cada parte representa un estado de ánimo diferente sobre la misma persona, Milla.
Disfrutar cada día como el primero une y esa es la lección que una directora novel enseña con honestidad aunque algunos momentos se acurruquen en la tristeza. |
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