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OTRO INFIERNO PARA RAMBO MIENTRAS EL ESPECTADOR ES TORTURADO
Película Rambo: Last Blood


J. G.
(Madrid, España)

Rambo: Last Blood
Ficha Técnica Video    
El alter ego de Sylvester Stallone sigue dando guerra a golpe de vitamina mamporrera. Al actor, otrora musculado, no se le han quitado ni la violencia ni la venganza llevadas al terreno personal de abuelo machacado. Una nueva entrega del héroe bélico y nacionalista ayuda a contar ovejitas, extraña que su presencia aún levante expectación y alberga la esperanza de que esta franquicia regresa para anunciar la jubilación póstuma. En efecto, John Rambo ha vuelto retirado en su rancho tejano, vestido de civil pacífico y con los hábitos armígeros colgados inicialmente. El tributo que Adrian Grunberg ha rodado para una ¿despedida honorífica? persigue un adiós épico aunque, a estas alturas del juego, ya sabemos lo que esto significa para J.R., el héroe creado por David Morrell, que no debe confundirse con el malo de la serie Dallas, regresa con su cara de estreñido avinagrado hasta que desata la furia desnuda. Involucrarlo en una trama con semblante serio, como es la trata de mujeres en Méjico, da un barniz de madurez liviana a este drama risible bañado por ríos sangrientos. Es un tomadura de pelo con anatomía de videojuego cruel y bestia. Este veterano del Vietnam entregado al servicio comunitario atesora tormentos imborrables que gusta repetir. Su papel de soldado curtido en el rescate de alto riesgo y vengador nato admite que no puede controlar el mundo mientras, en un soplo de originalidad, se alía con la paranoia guerrillera para conseguir un objetivo. La tranquilidad granjera es golpeada por la mafia mejicana que despierta su adrenalina acerada. La agilidad de gacela gimnástica y luchador polivalente rebota desde el domino de la pistola hasta el puñal o el arco.
 
Sylvester Stallone vuelve como un vaquero retirado obligado a sacar su vena 'ramboniana' que no le abandona  
A Rambo le faltan minutos para tomarse la justicia por su cuenta
El comienzo hogareño de una aventura previsible se cubre de muertes, sangre, vísceras, extremidades cercenadas con precisión mercenaria, ratoneras que imitan a los laberintos camboyanos: la esencia de Acorralado con nostalgia adormecedora. Rambo: Last Blood es dañina por su vesania enfermiza; un cromo que presenta la lectura humana del agredido mientras busca paz en sus demonios internos. En medio de su diálogo con la muerte surge una periodista que ofrece gramos de credibilidad a una historia de lucimiento ramboniano. El mundo desprotegido y abusador que su nieta adoptiva Gabriela ha sufrido no es aprovechado como hilo conductor de la dramaturgia para verter su interés en la vendetta fácil.
Rambo: el arquero letal e inmoral, ¡vuelve!  
Gabrielle (Yvette Monreal), la 'nieta' de Rambo, es víctima de la trata de mujeres

El transcurso de la película acerca la nostalgia del joven despojo excombatiente enfrentándose al rechazo social que su condición producía; del imprescindible coronel Trautman; del soldado meditando su dolor en un templo budista; de cómo el sistema lo manipuló; de sus rebeldías membrudas. Ya no queda nada de Mario Kassar y Andrew G. Vajna (productores ejecutivos de Acorralado 1982) ni de George P. Cosmatos (Acorralado - Parte II) ni de la sombra perteneciente a un fantasma camuflado que invadía la selva.

Las explosiones a quemarropa no podían faltar en 'Rambo: Last Blood'  
Victor Martinez es un mafioso sanguinario impulsdo por la adrenalina del actor Óscar Jaenada

Lo mejor de su testamento, reservado para el final, es el homenaje visual de una agresividad autóctona con retazos de pasado glorioso; el álbum familiar que rememora unas andanzas de saltimbanqui pistolero. El Rambo nuevo vuelve a pone sus tácticas militares al servicio de una cruzada más personal.
El surtido de artistas españoles e hispanoamericanos, entre los que están Paz Vega, Óscar Jaenada, Sergio Peris-Mencheta, Adriana Barraza o Joaquín Cosío, ocupa el cargador de una ametralladora encasquillada. John Rambo, en esta entrega, quiso coronarse como el flechero más violento del celuloide con vocación de carnicero frustrado. Este exboina verde deja de ser la peor pesadilla que llegó a no sentir las piernas. Ojalá que este icono de la era Reagan se dedique a la cría de pulgas amaestradas aunque a los 73 años no se quiera bajar del tanque. Hete aquí el final de una pentalogía que, esperemos, no oculte hijos secretos.

J. G.


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