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UN PARÓN EN EL TIEMPO
Película Meseta


J. G.
(Madrid, España)

Meseta
Ficha Técnica Video    
El descuido del entorno rural está produciendo una erosión que confunde las linderas. La tierra dividida por la propiedad rompe esas fronteras para fusionarse con un todo donde nada es de nadie. El avance de esta unión ha derrotado la perversión patrimonialista que ejercemos sobre el suelo. Dicho abandono tiene su parte negativa centrada en la falta de interés social que sufre la Naturaleza. Los caminos se cubren de matorrales, por donde antes circulaban las ovejas ahora se arrastra maleza salvaje. Es un imperio pacífico que avanza en formación de guerra y conquista boyante. El culpable de esta progresión es el abandono humano para hacer de las ciudades una morada de libertad angosta. La casa del pueblo queda como residencia de recuerdos y veranos familiares.
 
El abandono y la soledad de los campos castellanos  
Las dos niñas del pueblo jugando en el campo
Basta con permanecer unos segundos callado al raso de una loma o en un trigal para disfrutar del silencio estereofónico que la dimensión paisajística de la llanura regala. Siempre ha estado ahí pero ahora, más que nunca, su voz de viento susurrante se aprecia nítida. Todo debido a la desertización de una piel que agradece las caricias de cualquier elemento con vida. Las ovejas se encargan de poner sintonía a esta la tranquilidad con el sonajero de sus marchas y campanas, incluso se atreven a mirarse en el objetivo de la cámara que inmortaliza su paso.
La meseta es una mar extenso de sosiego y soledad sin horizonte. La extensión del vacío se hace inabarcable, crece salvaje sin órdenes. Es el universo de una raza a punto de extinguirse. El sabor de las vivencias rememoran épocas más duras y más felices, los primeros bailes, la conversión en adulto como parte de un ritual antropológico y social. Los habitantes de este reino marcial esparcen sus recuerdos al fresco del río, entre el canto de las cigarras. Mientras tanto, la poesía agraria de Juan Palacios ausculta los últimos síntomas de felicidad entre personas que se esconden del urbanismo para vivir más sanos. Sólo las líneas blancas de los aviones rasgan el cielo lapislázuli con un trazado doloroso e incisivo. El hábitat de la planicie es el ruido del tractor, el choque de la ropa contra la tabla de lavar, la selección manual de la alubia para evitar el gorgojo: momentos de paz sin apretujones. La descripción regional no puede ignorar el ruido del pescadero que ofrece su género por una megafonía acompasada, el agua que corretea a regar las fincas, el fulgor de las dos niñas que quedan en Castilla y León. El último reducto de la juventud no teme al tiempo, busca pokemons entre la leyenda del Sacauntos y flores convertidas en lágrimas de virgen. El folclore de este lugar apartado encuentra en Los 2 Españoles a los artistas que desde los años setenta han recorrido las carreteras como escoltas del transportista con su Monumento al camionero.
La tranquilidad del río también está presente en el documental 'Meseta'  
Lavando en la tabla como antiguamente

El pueblo que custodia la meseta se aleja de la autovía mientras los habitantes con imaginación que nunca han visto el mar escuchan, a lo lejos, el paso de los vehículos como ruido de olas. La sinceridad de los personajes que alumbran este documento huye de la ficción mientras mira al progreso con ojos de necesidad y sensación confortable con lo material; también hay pena por el futuro incierto. Meseta no es una oportunidad para contar casas vacías ni la llamada al karma ecológico. El relato sin intenciones alarrmistas y conclusiones preocupantes nos pone los dientes largos al descubrir personas que no se toman la vida con estrés porque no lo han aprendido y, quizás, porque no lo necesiten.

J. G.


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