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CUANDO LA ESCASEZ VERBAL ES TAN ILUSTRATIVA
Película Nunca, casi nunca, a veces, siempre
J. G.
(Madrid,
España)
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Ficha Técnica |
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Los nubarrones cambian pronto de color en una película directa que, sin despejarlos, los mantiene con intensidad cambiante. Los compases iniciales de Nunca, casi nunca, a veces, siempre reciben una bofetada de sinceridad desgarrada. La fiesta escolar amenizado con bandas colegiales es pasajera. Su ligereza introduce el drama sin que, al principio, la tragedia impacte con carácter titular. Las interpretaciones forman parte de un concurso en busca de talentos musicales con aire de América profunda y sabor rural. La versión desgarrada de la canción He’s Got The Power, perteneciente a The Exciters, se llena de dolor guitarrero dibujando un cántico personal hacia el desengaño. Su dulzura lastimera afianza el ridículo de las anteriores, tranquiliza y conmociona al advertir nada bueno está por llegar. Quizás sea una forma de compartir la decepción amorosa o el lamento más allá de lo sentimental. Las apariencias engañan con expresividad musical y alma dolorida.
La cinta de Eliza Hittman es un primer plano marcado por la pena en una sinfonía de silencios continuados. Pronto se averigua que no es el momento más indicado para cantar en la vida de Autum, la niña con guitarra country y alma rota. Será el actor principal de una desazón interna que, casi sin mediar palabra, pasa por escenarios diferentes huyendo hacia un destino poco solidificado.
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El entorno familiar no es del todo adecuado para que la delicadeza de Autum se sienta cómoda. Más bien, se adecúa al papel de mujer-objeto que cuida a sus hermanos en vez de que alguien se preocupe por ella. El desarraigo está en marcha y será en el trabajo donde encuentre la comprensión que impulse una decisión imposible de ser tomada en solitario. La importancia del matiz adquiere peso con la aparición de quien se convertirá en tutora de una escapada auxiliadora. Skylar, como amiga y como mujer, no vacila en acompañar esta soledad mientras soporta con estoicismo repulsivo la violencia sexual en el trabajo. No interesa tanto el quién sobre el qué, el apellido ante el agravio, la visión amenazadora en vez de la naturaleza de lo ocurrido. La juventud que enternece todo resulta dolorosa. |
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El descubrimiento de la sexualidad, de la evolución del cuerpo femenino y la responsabilidad sobre él laten con aceleración fetal. La huella de un suceso que nadie conocerá invita a especular sin importar su origen sino la falta de estímulo para hacerlo crecer.
El aborto se plantea con suavidad sin buscar culpables. La preocupación se encuentra en salvar a la víctima, tranquilizar y apoyar a una chica que mira al mundo desde una óptica distante pero no alejada. El espacio existencial permanece imperturbable. Autum y Skylar, las dos adolescentes, se lanzan al mundo de manera casi clandestina, envueltas por la urgencia que alguien podría culpabilizar sin razón.
El minimalismo de los diálogos sobrevive en un mundo rodado con naturalismo cotidiano, entre momentos de autobús, vagabundeo por las calles y suburbanos como indigentes punks acoplados a la nocturnidad neoyorquina. La visión introspectiva de Autum es la angustia femínea frente a la supervivencia de su mejor amiga, capaz de hacer y dejarse hacer, para llevar algo a la boca y pagar un proceso abortivo lleno de trabas. Su deambular es el proceso transformador de personajes rurales a fantasmas urbanos en una mirada realista sobre un problema que no quiere abordarse desideologizado. Esta silueta se impregna de momentos, calles, pasillos, cuartos asépticos, estaciones de metro, boleras donde la necesidad no grita con dramatismo llorón sino que acepta sumisión sin violencia. Autum es dinamita, un nombre metafórico que expresa el momento estacional en una vida llena de hojarasca. Pisoteada. |
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A pesar de que la muerte de Savita Halappanavar se encuentra detrás del largometraje. Nunca, casi nunca, a veces, siempre no merece el etiquetado de basada en un hecho real ni debería enarbolarse como bandera feminista porque su esencia trasciende los movimientos reivindicativos. Es una de esas joyas independientes que saben abordar el cine con calidad argumental y estética; hace de lo cotidiano algo sobre qué pensar. Está tan bien tramada que las explicaciones visuales bastan para captar el conflicto lanzado. Es poderosa, reflexiva, sustanciosa, demoledora y personal. Una entidad arrolladora hace que te identifiques con ella desde el primer fotograma, prácticamente. Sobresaliente. |
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