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LA MOTIVACIÓN SE IMPONE A LA VIOLENCIA
Película Volver a empezar
J. G.
(Madrid,
España)
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Ficha Técnica |
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El maltrato empuja a la mujer a organizar su vida y la de su familia. Sandra Kelly, presa de la agresión masculina en el hogar, es la encargada de velar por la seguridad que involucra a sus hijas. La huida aparece como la tabla de salvación ante una circunstancia humillante. La mirada infantil contempla escondida el uso desmedido de una fuerza enferma. Los ojos de una niña asustada se ocultan del padre violento, piden socorro en silencio. La rapidez de los acontecimientos no analiza por qué se ha llegado hasta este punto para convertirlo en el inicio de una escapada con lo puesto. El abandono abre un volver a empezar, lejos del nido, dispuesto a encarrilar los renglones de alguien que busca reescribir su vida. El miedo al acosador persiste por el castigo legal de la vigilancia compartida.
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Los primeros diez minutos son brutales, el único sonido escuchado golpea como un rompehuesos mientras los gritos constatan ensañamiento, destrozan corazones. La ansiedad coge el timón en un pánico desposeído de raíces conyugales y techo. La casa que habita esta pesadilla se llama terror, camas de aeropuerto, caridad. La denuncia a la burocratización de los servicios sociales rebosa el tintero sin argumentos éticos. El trato globalizado de la persona margina lo individual excepto para advertir que la ley no está para ser burlada. Sandra no espera mucho del Estado y encuentra más amparo en un vídeo de internet que en las ayudas sociales. Es la figura potente de un largometraje con corazón; una trabajadora fantasma que se gana el sueldo de manera honrada, sin contrato y desdoblándose en su dedicación laboral. Este picoteo despierta una mente curiosa, indicada para rehacerse a sí misma y premiar con el esfuerzo a unas hijas necesitadas de morada. El deambular laboral que conduce a Sandra hasta Peggy encuentra a una benefactora en favor del emprendimiento con ganas de mojarse. Gary es un marido matón en lucha consigo mismo, inmerso en un proceso de adaptación social poco efectivo; su madre, una silueta muda al fondo de planos compartidos hasta que la sintonía con la víctima de su hijo alcanza momentos de confesión femenina y liberación humana. Uno de los instantes más sinceros de la película se hace mágico dentro de la dureza evidente. |
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La etapa nueva corre el peligro de caer en lo previsible bajo la flaqueza del sentimiento azucarado. La iniciativa realista evita esta trama basándose en planos, ayudantes altruistas y un presupuesto ajustado a lo básico. La crisis de la vivienda transita como tema de actualidad en Dublín, una de las ciudades más caras para alquilar. La propuesta de Phyllida Lloyd, recordada por La dama de hierro o Mamma Mia! La película, se decanta por un cine más ilustrativo que comprometido. El optimismo crece con celeridad cómoda, trabaja una historia que se acerca peligrosamente al cuento hogareño. La fotografía sencilla, la ambientación barrial y el sabor británico buscan imitar el calor social de Ken Loach sin alcanzar sus pretensiones humanas.
La visión de un tema actual resulta equilibrada con los altibajos de una vida difícil sin que la complacencia rubrique un guion eficiente. La madre no
es la heroína que lidera una superación doméstica repetida sino el tesón empujado por la ayuda desinteresada de personas que llegarán a sentirse parte del proyecto. Volver a empezar pone cimientos nuevos a una vida llena de escombros. La impotencia del imprevisto odioso no puede vencer la ilusión que motiva a la infancia después de la tormenta. |
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