Algunos no saben qué hacer para contratar personal sin intermediarios. Las agencias de empleo se sustituyen por los anuncios en los periódicos. Hasta aquí, todo normal. Pero, ¿qué sucede cuando el candidato, además de contar con un sentido avanzado de la observación, tiene que ser una persona octogenaria o nonagenaria en estado de conservación afable y clarividente? Entonces, el círculo se estrecha en torno a alguien que la sociedad ha acumulado en el trastero de la jubilación.
El agente topo pone al aspirante en una prueba de estrés lúcido con su premisa de documental falso que busca resucitar un intelecto alejado de las nuevas tecnologías. Será los ojos y oídos de un rastreo ajeno a la broma. La sombra detectivesca buscará pistas para asegurarse la existencia de malos tratos en un geriátrico sometido a la sospecha. A la directora chilena
Maite Alberdi le gustan los personajes entrados en años. El proyecto nuevo repite la temática social después de tener más fortuna en su largometraje
La Once que en
Los niños. Su trabajo no se escabulle de la crítica humana en un mezcolanza de realidad y ficción. La edad es el referente que conduce la acción previa y posterior al planteamiento. Nada se deja en el aire, los cabos tienen que estar bien atados antes de que Sergio Chamy se adentre en una residencia para mayores sin levantar sospecha. Su longevidad (83 años) y su viudez le permiten formar parte del grupo con naturalidad biológica. Es un llanero solitario enfrentado con un mundo laboral que huele a estudio sicológico. El anciano espía alcanza el grado de abuelo saludable, becario de incógnito enfrentándose a lo desconocido y al desenmascaramiento problemático que podría denunciarse como intromisión.
La edad le facilita acceder a un entorno, a priori, cómodo para él pero extraño. El ambiente es novedoso en su función de observador y anotador de cualquier rareza. Se introduce en un círculo que, sin estar abonado, pronto puede formar parte de su rutina.