El
Muro de Berlín iba a ser derribado en octubre de 1989. Su estructura arquitectónica y política estaba desmoronándose. El acontecimiento era esperado por la población civil sometida a la vigilancia estrecha de sus movimientos. La dimisión de
Erik Honecker y la petición de una reforma urgente por parte de
Mihail Gorbachov pronosticaban los
vientos de cambio que
Scorpions cantan en su canción homónima. La esperanza era un sentimiento cada vez menos idealista en Centroeuropa mientras los servicios de seguridad interior de la Confederación Helvética sostenían el
régimen de la RDA fuera de sus fronteras. En Suiza, una célula durmiente del poder berlinés se encargaba de espiar a ciudadanos involucrados en actividades molestas para esa dictadura.
El planteamiento serio presenta a un policía aburrido y metódico como personaje con personalidad doble, robótico en su pulcritud laboral. La inocencia fisonómica y fidelidad comportamental le introducen en la farándula de Zúrich, considerada foco subversivo. El activismo político encuentra en la Cultura el semillero de su insistencia antihegemónica a través de la expresividad constructiva. El objetivo en el que se centran los ojos de esta persecución divertida fue la iniciativa
Sin Ejército. Suiza, una nación modélica en la democracia, no escapa a las garras del espionaje que cimentaba la confrontación de bloques. La figura del informante, con Viktor como eje protagónico, es manipulable por sus superiores. Su pulcritud lo cataloga como empleado ejemplar, portador de una sinceridad inocente que no sabe acoplarse al mundo nuevo. Este funcionario ejemplar se toma su trabajo con la seriedad de quien lo hace todo bien por naturaleza.