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CUANDO EL SEXO FÁCIL ECLIPSA AL AMOR SINCERO
Película Vivir sin nosotros


J. G.
(Madrid, España)

Vivir sin nosotros
Ficha Técnica Video Entrevista al director    
Películas como esta contribuyen al encorsetamiento de las relaciones masculinas, las cuales ya no resultan novedosas. Lo primero que aflora en un largometraje aburrido, repetitivo en su mecánica genital y emocional, poco abierto a la imaginación, es esa necesidad de encasillar la trama y a los protagonistas en un mundo marcado por los acrónimos de identidad sexual. Pero, Vivir sin nosotros va más allá. La mano debutante de David Färdmar está presente con intenciones elogiables aunque se deja llevar por la explicitud del director principiante. El inicio apunta buenas maneras desde el punto de vista cromático, marcado por el blanco casi nupcial. El resto es una continuidad de colores desvariados donde las tonalidades carentes de luminosidad priman. Con ello quizás haya querido meterse en las tripas del drama liberador para concentrarse en la tragedia destructiva con formato de telenovela fácil. Una relación entre dos hombres que rompen sus vínculos afectivos ya no sorprende; la afinidad que busca el inicio de otra, como una rana que salta de charca en charca dejando rastros de semen en cada brinco, hastía. La telenovela calentorra se aleja del erotismo provocador para quedarse en lo fácil del folleteo directo que sólo desinhibe a quien lo practica, y hace del espectador un mirón de dinámica chapera.
 
Hampus (Jonathan Andersson) en la parte derecha de la cama y Adrian (Björn Elgerd), a la izquierda  
Adrian y Jack (Victor Iván)
La ruptura que se quiere vender arranca con texturas de impotencia íntima. La cercanía de dos cuerpos masculinos produce más frío que sudor ardiente. El distanciamiento es una liberación parcial en vez de un punto de arranque necesitado de dramatismo e interiorización maduros. No hay lugar para el lamento. La reconciliación apesta mientras la carencia comunicativa abre una senda interesante anclada en vía muerta. La necesidad de cambio unilateral se decida a abrir senderos nuevos en vez de pisar los pasos anteriores y recuperar el momento del error, analizar el por qué de un situación incómoda. Lo fácil es el restregón impulsivo, la pulsión acrobática, el envite inesperado que no puede rechazarse, la fluidez de testosterona incluso en amantes antiguos. La carga hormonal obstruye la sensualidad. Tanta vaselina mezclada con salivazos impetuosos empujan una sensualidad onomatopéyica. El niño inmaduro desposeído de seducción amatoria asoma la cabeza, la fuerza interna quiere reafirmarse con otra relación. Otra silueta suple a la antigua en un ejemplo de soledad incómoda e incapaz de dialogar con ese estado de abandono para comenzar de nuevo. La otra parte opta por el equilibrio que no magnifica la la evolución del trance.
Adrian y su amor nuevo  
Hampus junto a su pareja actual, después de romper con Adrian

Da la sensación de que el sexo directo, rápido y poco romántico es la gasolina que mueve una relación sin alicientes. La separación algente de dos personas por iniciativa individual resume la idea que empieza fuerte pero termina asmática a los pocos segundos de eyacular. Las posturas de equilibrismo erótico desean chicha más que alma. Los momentos interesantes son minúsculos, aparecen a través del monólogo encuadrado en el diálogo empalagoso. Los deseos de una paternidad imposible, la creación de una familia tradicional se sujetan al error egoísta verbalizado como carne de mi carne. El amor sin poso aparece con duración fugaz y presencia insegura. El liderazgo, defensor de la supremacía entre Hampus y Adrian, machaca el respeto aunque sea para dejar un buen sabor de boca en la despedida.

J. G.


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