La necesidad por rescatar una respiración extinta resucita su importancia mientras el recuerdo afianza su presencia. Palabra e imagen despiertan la personalidad de parientes difuntos, activos en el subconsciente emocional. La abstracción poética ante la cámara engancha con un cuento sobre la vida y la muerte, la separación y la crianza, la esperanza de un regreso sin confirmar y las dudas internas.
Catarina Vasconcelos, como directora y parte involucrada en la trama, se implica en un recorrido generacional con silueta de mujer consagrada a la familia, indaga sobre la identidad de su abuela Maria Beatriz, llamada Triz cariñosamente.
La historia sencilla del marino que plantea matrimonio a su futura esposa es una ensoñación lírica que aúna sentimientos íntimos y relatos de crecimiento hogareño.
La metamorfosis de los pájaros, en vez de discutir sobre la preponderancia de la ficción o realidad de los acontecimientos, se deja llevar por la delicadeza que navega entre lo experimental y la dulzura de estas sensaciones. La poesía y la dureza se comunican entre cartas repletas de entrega. Los planos mudos, las voces en off y las grabaciones salidas de un vinilo antiguo enriquecen el lenguaje de este largometraje evocador a través de la estampa en movimiento por estadios diferentes. La investigación bucea en tesoros humanos sin la búsqueda del homenaje grandilocuente. El trabajo pergeñado por Vasconcelos es una catarsis que muestra agradecimiento seduciendo al espectador. El poema audiovisual va creciendo con lentitud, al ritmo de energías que construyen un todo generacional grande. El paso del calendario encuentra alegrías, desazones, decisión en el cuidado maternal, ilusión en las misivas contadas al padre alejado del hogar, la nostalgia del viajero, la ansiedad de quien se queda en tierra, el paso de la posesión al adiós.