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LA SEMBLANZA PLANA DE UN HÉROE
Película El olvido que seremos


J. G.
(Madrid, España)

El olvido que seremos
Ficha Técnica Video    
La tragedia resulta menos dolorosa cuando se observa a los lejos o con una cercanía que no afecta al sentimiento allegado. Héctor Abad Gómez consagró su existencia a la defensa de los derechos sociales desprotegidos en Colombia. La clase baja vio en él algo más que un médico; encontró a un amigo preocupado por su desarrollo vecinal durante los años 60 y 70 del siglo pasado; fue el padre de Héctor Abad Faciolince, el escritor de la novela que Fernando Trueba ha convertido en imágenes. El vacío y la pérdida, la vida y la muerte revolotean por un largometraje cargado de empalago interpretativo por parte de Javier Cámara (Héctor padre). El trayecto desde la niñez hasta la juventud y la presencia materna como el soporte doméstico se encuentran con la aflicción del fallecimiento inesperado. El mundo familiar se encierra en una burbuja feliz distante del pus callejero que cubre Medellín. La relación de amor paternofilial conoce el enfrentamiento entre la preocupación de quien desea un futuro estable dirigido a la emancipación y el corazón en busca de su camino. El retrato de generaciones diferentes transita a través de una carretera sin baches hasta un final que el cariño y reconocimiento populares se encargan de asfaltar. El enfoque científico de Héctor Abad, motivado por la practicidad, canaliza la dedicación a la medicina con ímpetu humilde y entregado.
 
Quiquin (Héctor niño) (Nicolás Reyes Cano)  
El doctor Héctor Abad Gómez por las calles de Medellín
La historia, situada en 1973, se retuerce a medida que la mano de Fernando Trueba, con un guion escrito por su hermano David, construye las escenas. La preocupación política nace de las inquietudes que siempre han movido a un hombre de bien. Los años pasan ante los ojos de Héctor Quinquin como brisa y huracán. La placidez del entorno hogareño, rodeada de hermanas ajenas a la realidad comunitaria en su paraíso adolescente, termina tocando el drama. La presencia de los Abad transcurre protegida por la riqueza educativa de un hogar afortunado.
El trabajo de Sergio Iván Castaño alterna el blanco y negro adjudicado al presente narrativo con la infancia en color de Héctor Abad Faciolince. La factura técnica es impecable. La emotividad se esconde en la descripción humana de una interpretación laxa, con influencias del matiz lingüístico soso en Javier Cámara. La marca Trueba está presente en el gusto por la música al escuchar interpretaciones caseras de los Rolling Stones (Ruby Tuesdayi) o el recuerdo a las cintas magnetofónicas. El resto de la melodía corre a cargo del polaco Zbigniew Preisner, quien compuso la banda sonora para la trilogía de los colores de Kieslowski y colaboró por segunda vez con el director madrileño tras La reina de España).
El doctor Héctor Abad Gómez (Javier Cámara)  
Héctor Abad Gómez junto a su hijo Héctor y nieto

Medellín es un plató donde la miseria definida como la desgracia del pobre, la revuelta sindical, la inquietud universitaria y la aparición de sicarios estimulados por el narcotráfico dibujan a El olvido que seremos como un decorado viviente. El colofón precipitado aclara una premonición cada vez más cercana. La energía de Héctor, amante de la cultura en la intimidad, evoluciona durante diez años desde la puericia hasta la universidad, desde la inocencia hasta la responsabilidad. El olvido que seremos abarca el relato íntimo, un proceso vital, el agotamiento verosímil, cuenta la historia de un hombre cercano. El hermetismo religioso está dirigido por la crianza católica. El compromiso público carece de intenciones arribistas mientras el galeno convertido en candidato a alcalde no es impresionable por la finura del alambre que pisa. Los hermanos Trueba (dirección y guionización) rozan la capa más fina de un ciudadano volcado con su pueblo por lo que este trabajo merece descansar en el limbo del olvido.

J. G.


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