La belleza del minimalismo visual se funde con una dureza que revive en el simbolismo: el simbolismo del fuego como elemento purificador para el agresor y dañino para el agredido. La tranquilidad de la cámara impacta con material agitador. Las perspectivas fuera de campo, silencios descriptivos o palabras sin interlocutores son elementos para el agobio. Están ideados con intención de hacer pensar, para acariciar su movimiento leve pero efectivo. Quizás resulte descosida, incluso molesta, para quienes no disfruten componiendo lo destruido pero la particularidad de Kulumbegashvili no pretende ponerlo fácil. Todo se capta con una quietud que aterra o aburre, según se lea. La lente congela el momento manteniendo el protagonismo invisible del personaje; la tensión aguanta gracias a diálogos fríos que se crecen en su destrucción. El ojo del gran angular captura la lentitud en un contexto sucio que a nadie asusta. Beginnig es purismo en la imagen, énfasis en la soledad de la mujer asustada. Beginnig sin planos secuencia perdería su magia, sería una película con significado trágico y sin reencuentro. Lo que para algún espectador puede resultar tiempo malgastado para otros invita a reflexionar. Se juega con lo onírico y el mutismo que ejecutan tramas donde la belleza y lo violento forman un cuadro nocturno. La pérdida identitaria acelera su impulso dentro de la interpretación contenida. El guion austero y despiadado marca esta pauta arriesgada en lo formal para entender el concepto. La paleta de recursos estéticos se basa en la expresión mínima; en algunos momentos, respirar significa permanecer estático para hacer del plano fijo un infinito donde no se permite pensar porque todo duele. La vida es un plano congelado, la muerte es un plano en movimiento. La banda sonora elegante de Nicolas Jaar, compositor en Dheepan y Ema, de Pablo Larraín, acompaña sin aturdir la pena que musicaliza.

El testimonio infantil resulta sobrecogedor al justificar la muerte como mal menor ante una vida despreciable que cree en cielo e infierno. El hecho delictivo contra el dogma abre una pesadilla a través de la mujer acosada. Los radicalismos fanáticos, la intolerancia, la violencia de género, la incomunicación de pareja, el desentendimiento policial, el papel clerical en la educación desde niño, su manipulación adiestradora son temas que marcan el paso lento de un metraje que no admite tintas medias. La escena inicial del incendio en lo prfundo del cáucaso georgiano conduce a otra más conocida para la cristiandad que responde a las siglas KKK. El fanatismo inicial da paso al acoso permanente que deja huella en una mujer buscando la renovación. Y todo comenzó por una cuestión religiosa.