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CINE Y ESPECTÁCULOS
CARTELERA CULTURAL
Histórico
 
 
 


EL CAMBIO DE LA CONTINUIDAD
Película Nuevo orden


J. G.
(Madrid, España)

Nuevo orden
Ficha Técnica Video    
El verde también es el color de la esperanza en la fantasía cinéfila de Michael Franco. Esperanza para romper con el dominio de las clases altas o esperanza para recomponer un estado de alarma y hacer que todo siga igual (imposible olvidar El gatopardo). Nuevo orden no tiene el espíritu de Lampedusa ni el barroquismo escénico de Visconti aunque repite su moraleja. La eficacia de una película tramposa se asienta en el impacto visual, se agarra a lo impresionable pero no es impresionante: un cruce de golpe de Estado militar y revolución popular con el pueblo protagonizando pillajes. La violencia es su mejor arma para defender una revuelta confusa, un argumento que margina la corruptela que México conoce de primera mano. El motín confuso arranca con evacuaciones hospitalarias en un ambiente apocalíptico, el reemplazo de enfermos con antigüedad para acoger a las víctimas recientes. Todo es empujado por la emergencia de un terremoto inesperado que exige priorizar heridos. La realidad atropellada obliga a espabilar el sistema de salud mexicano torpedeado por metralla y agujeros de bala. Tanta precipitación accidentada no paraliza, no estremece, no sobresalta. No deja títere con cabeza en lo que parece una ejecución sumaria con el sello de Pinochet o, haciendo patria, Porfirio Díaz.
 
La violencia del pueblo arremete contra la clase alta mexicana  
Rebeca (Lisa Owen), anfitriona de la fiesta prematrimonial que acabará en matanza
En el otro lado del planeta azteca, si salir de la capital, la tranquilidad adinerada vive un estado de atrincheramiento privilegiado. Las murallas del hombre rico son resquebrajadas de manera intrusiva. La agresividad es un elemento natural en este teatro de los horrores donde la tranquilidad se convierte en un infierno que las armas hacen arder.
¿Qué es Nuevo orden?: una insurrección indígena, la manipulación del ejército para hacerse con las riendas de un presente incómodo, la necesidad de crear ruido sin eco, el vacío más salvaje y despendolado. El director mexicano monta un tinglado basado en la dictadura del caos sin método, calienta una explosión belicosa que se agarra al indigenismo; la desigualdad social; el protagonismo marcial. Las imágenes caminan desconcertadas, buscan incomodar con rastros de aburrimiento desagradable; rompen la sintonía crisis-intriga, el suspense huye aterrorizado, se reencarna en barbarie mercenaria. La placidez burguesa exhibe con lujo la celebración social de una boda en donde los sobres con propinas suculentas, al mejor estilo Bárcenas, corren como caramelos nupciales. El poder es sofocante en forma de arrogancia mostrada por un club privado. Es orgullo, prepotencia, cinismo vestido de Armani mientras practica la caridad con calderilla. La autoría de los altercados no está interesada en un mazazo político porque no hay un liderazgo conductor hacia la victoria. El pueblo arma la revuelta y los dirigentes con estrellas y gorra de plato rematan la faena a su manera. La corrupción condecorada aprovecha la inestabilidad social para consolidar su mandato.
Marian (Naian González Norvind) y Daniel (Diego Boneta) son la pareja de prometidos de la alta sociedad mexicana que protagnizan 'Nuevo orden'  
El General Oribe (Gustavo Sánchez Parra) junto a parte de la cúpula militar

El color de la esperanza aparece como camuflaje de guerra. La locura del absurdo se desata con furia en las entrañas del mundo adinerado. El olor de la chusma salvaje se cuela entre sus perfumes. La impotencia paraliza al potentado, los inferiores hacen de la devastación su identidad y de la represalia, el objeto de una contienda flácida que terminará por engullirles. El desorden se dispara hasta cotas insospechadas donde la tiranía caciquil gana siempre. Las hordas asaltantes son reducidas gracias a la suma de fuerzas paramilitares que adoran el parné antes que la causa. La inestabilidad social y bélica se diluye en gritos sin personalidad, interpretaciones vacías movidas por la intensidad del suceso ficticio, diálogos ajetreados que no han dado tiempo a organizar un guion sereno, dramatismo sin rostro y crueldad salvaje hasta empachar. El estruendo amarillista va sobrado de ambición denunciante infantil, apila rehenes que ajusticiará en la bacanal del fracaso épico. Este largometraje torpe fortalece su desorden desde que los apresamientos se convierten en exterminios masivos descontrolados. Es una fábula para adultos poco creíble, un cuento con protagonismo castrense, el presente llevado a la ficción. Las atrocidades imponen su sentido ametrallador sin encontrar significado a la muerte. Se apuesta por la restauración del orden antiguo que dispara antes de preguntarse el por qué de lo sucedido. Los revolucionarios son ejecutores sin motivaciones ideológicas, sólo buscan demostrar su enfado de clase inferior en un país donde la brecha social asfixia descaradamente. El nuevo orden vuelve a establecer la antigualla de siempre en un lavado de cara ejemplar. Luchino Visconti y Giuseppe Tomasi di Lampedusa estarán contentos, el espectador estupefacto y México sigue igual de podrido.

J. G.


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