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EL DESPEGUE POCO INTERESANTE DE UN CLÁSICO
Película Earwig y la bruja


J. G.
(Madrid, España)

Earwig y la bruja
Ficha Técnica Video    
La imaginación de Studios Ghibli se renueva con el formato 3D y, al mismo tiempo, regresa al primitivismo argumental evidente y patoso. El largometraje Earwig y la bruja, en ocasiones melancólico, se hace soporífero hasta agotar. La innovación juguetea en la pantalla entre fantasmas infantiles y un mundo de soledad. La banda sonora quiere erigirse como el peso pesado de la narración japonesa con sintonía británica. Su potencia alcanza la categoría pluma. Es cómica, en ocasiones atronadora, con retazos de psicodelia visual, algo de rock progresivo y guitarreo eléctrico que levantan la atención para dormirla a los pocos segundos. La epopeya de Earwig no comienza en un orfanato sino a lomos de una motocicleta setentera, con ambiente forajido, abierto a la interrogación. La persecución da pie al abandono. La presencia del hospicio da continuidad a una historia de niños sin hogar y almas que viven confortables en ese aislamiento. La animación japonesa aparece pulcra. La corrección juguetea a través de Earwig y Custard encastrados en un entorno sin amor. El vínculo de sangre se convierte en una relación que olvida el pasado. La salida de St. Morwald's se produce a través de una elección de feria. Las aventuras y desventuras posteriores muestran un escenario más turbulento que pacífico. Una bruja con pinta de madrastra y una niña sometida a los dictámenes de su familia adoptiva sostienen la lucha personal. El gato negro representativo humaniza el silencio sospechoso. Entre Earwig y Bella Yaga se encuentra Mandrágora, un hombre con ojos de diablo y silueta de monstruo mitológico. ¿Es humano o sobrenatural? ¿Un escritor frustrado o un chupacabras? Un personaje que atasca la comprensión, un bulto en una historia que pone a prueba la inclusión del 3D en el CGI. La niña adoptada monopoliza incidentes banales. La morada flamante tiene poco de acogedora. La brujería es una obsesión para una criatura que ha perdido la ternura gestual. A pesar de la duración bondadosa, los ochenta y dos minutos del cómic dirigido por Goro Miyazaki se hacen pesados.
 
Earwig (voz de Taylor Henderson) junto a su amigo Custard (voz de Logan Hannan) y otros compañeros del orfanato St. St. Morwald's  
Earwig experimentando en el laboratorio de Bella Yaga (Vanessa Marshall) acompañada por el gato negro inseparable

El seguimiento inicial de una madre roquera tiene color de nostalgia. La explicación al desamparo maternal se toma su tiempo. La maldad estalla en Earwig, impaciente por conocer la magia permitida sólo a los adultos. El final abre una conexión olvidada de manera artificiosa como broche facilón, nada conmovedor: igual que el resto del metraje. El recuerdo a El viaje de Chihiro o El cuento de la princesa Kaguya pesa más que la singularidad de Earwig y la bruja. El proyecto inicial de Ghibli en el mundo tridimensional desatiende el argumento. Los gajes primerizos pasan factura a una marca que no tiene en lo digital su seña identificativa (por ahora).

J. G.


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