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UN RETRATO DESDIBUJADO DE KAREN BLIXEN
Película Karen


J. G.
(Madrid, España)

Karen
Ficha Técnica Video    
Las películas malas se caracterizan por el uso carismático de lo facilón para alcanzar los créditos finales. Facilidad en la caracterización aguada; facilidad para construir mundos inexpresivos; facilidad para aburrir con planos carentes de valor ilustrativo e incapacidad para sumergir al espectador en el corazón de una historia poco, o nada, definida.
María Pérez Sanz, después del documental Malpartida Fluxus Village, traslada la tierra extremeña al calor de la sabana africana y convierte a los toros de la dehesa en búfalos keniatas. Visto así, con alegría ibera, la propuesta de recordar a Karen Blixen, conocida por su seudónimo literario Isak Dinesen, no suena mal. Incluso parece interesante en la manera de abordar las horas decadentes de la escritora danesa aunque en ningún momento saque a la luz sus dotes literarias. Es un golpe de originalidad donde el plano intimista y la ausencia de diálogo profundo cristaliza en una bofetada de sopor interpretativo. Afortunadamente, el largometraje es magnánimo en sus sesenta y cinco minutos de duración. El formato 16 milímetros le da un aire de cercanía indie con el que no logra convencer. Se aproxima a la inmadurez del estudiante que no sabe elegir bien sus intérpretes y esa dirección actoral que deja la puerta abierta a una protagonista acartonada. El fallo principal se ve a la hora de abordar al personaje sin atreverse con la profundidad de la persona. Se limita a descubrir, de manera insípida, una semblanza desconocida de alguien que hizo famoso a otros. Karen quiere reproducir los momentos finales de alguien que mezcló romanticismo, aventura e igualdad sexual a través de una novela. Por suerte, Sydney Pollack no dejó que Memorias de África se arrinconara en el cajón de los hitos creativos.
 
Karen (Christina Rosenvigne) en el suelo junto a Amelia (Isabelle Stoffel)  
Karen despertándose

El largometraje tiene buenas intenciones, nadie lo pone en duda, pero la magnitud de la empresa supera la capacidad creadora de una directora que ha buscado el lado personal de la escritora sin conseguirlo. La actriz protagónica está sola sin una mano que conduzca sus resbalones. Parece rodada deprisa, sin recrearse en el papel sino que desaprovecha el momento para revivir el drama mientras la gestualidad fría produce grima. No hay que atribuir todo el mérito de este trabajo a Christina Rosenvinge porque un guion pobre y ligero tiene la culpa de ello. No habría nada que contar sobre Karen Blixen convertida en colona danesa sin la aparición del criado somalí Farah Aden. Su presencia salva del silencio una relación en la que las dos soledades se hacen compañía.

Karen junto a criado somalí Farah Aden (Alito Rodgers), con quien tiene una relación de soledades acompañadas  
Karen mirando a travérs de uan ventana sin horizonte

Las localizaciones se centran en planos que huyen de la imagen descriptiva, la fotografía carece del atractivo que el atardecer africano; perdón, extremeño, tiene. Los diálogos son cajas huecas de resonancia envolvente. La filosofía se junta con una mística impostada desde palabras insensibles. Este intento de radiografiar lo más interno de una mujer independiente es pésimo y vulgar. Si, además, se suman errores de foco o encuadres con demasiado aire, hay justificaciones sobradas para guardar a esta Karen en el olvido. Karen Blixen de María Pérez Sanz será recordada como una mujer insulsa. La interpretación de Christina Rosenvigne lo es. Se trata de una papel destinado para Isabelle Huppert y la elegancia de su mirada silenciosa. La película no se complica la vida ahondando en el esplendor intelectual de Blixen ni en la encrucijada de hacer frente a una vida que termina cubierta por la miseria. Tampoco se bucea en el interior de una mujer angustiada que desaparece con la niebla del recuerdo. Karen se queda en el intento inocente de revivir una mujer interesante mientras se disuelve en la compañía invisible de sus kikuyu. Sólo una recomendación final: es mejor que Christina Rosenvinge se dedique a la música, en compañía de Los Subterráneos o en solitario, antes que exhibirse en la gran pantalla para la que, como ha demostrado en este metraje, no ha nacido.

J. G.


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