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DE HOMBRE TRANQUILO A POLVORÍN
Película Nadie
J. G.
(Madrid,
España)
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Ficha Técnica |
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La contención es más sorpresiva que el heroísmo hormonal, lo que demuestra frialdad e inteligencia admirables. Las primeras imágenes de Nadie responden a un personaje que identifica el título. Hutch Mansell es una sombra, un tipo cualquiera que convive junto a su familia, alguien que ficha en el trabajo puntualmente, cumple con la sociedad y colabora en las tareas del hogar. El hombre cercano a la crisis de la mediana edad permanece firme ante la adversidad; en vez de entregarse a la ira situacional, reacciona con estatismo que alguien calificaría de miedoso. Unas décimas de segundo sirven para despertar instintos conocidos con olor a traumas arrinconados que no resuelven nada. El giro del momento no despierta interés; la actitud de quien recuerda su pasado, sí. Para quien se deje llevar por el susto fácil, la reacción esperada a un asalto sería el balazo furtivo que esquivaría el puñetazo en defensa propia. El marido protector genera una respuesta calibrada en la sorpresa. El padre trabaja la imagen repetitiva del ciudadano anónimo que pasa desapercibido en su rutina laboral y doméstica. No persigue una meta ni el reconocimiento; se deja llevar, como gran parte de la masa social, por la adaptabilidad pacífica y el fracaso familiar. ¿Podría ser un demonio dormido? La intriga inicial, planteada con inteligencia, baja el listón sin arrastrarse por la mediocridad.
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La calma de la tensión inaugural no promueve la intervención violenta a pesar de tenerla en su mano. La inmovilidad es una deshonra que, lejos de ahogarla en alcohol, Hutch encara con letalidad programada. El distanciamiento activa la maquinaria del silencio en una convivencia incómoda originada por este rechazo a usar los puños. Él, bajo el lema coge el dinero y márchate, controla la agresión con entereza, desarrolla métodos más explosivos. La presencia molesta y etílica de vándalos juveniles desencadena una catarata de golpes rompehuesos finiquitados con ironía solitaria. El semblante tranquilo destapa la esencia de una personalidad implacable con retrospectiva pistolera. A veces, las casualidades juegan malas pasadas y Nadie frota la lámpara del tiempo oxidada en el olvido más profundo.
El lado desconocido de una persona pacífica reparte mamporros con agilidad karateca; ejecuta coreografías luchadoras. El enfrentamiento que mantienen este llanero solitario y los chicos de la mafia rusa entretiene, crea atmósferas destructivas sin abusar de la crueldad exaltada. El plan cerebral se impone al arrebato con agallas. |
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Los trapos sucios que visten a un protagonista bipolar estimulan secuencias aparatosas. La puesta en escena dinámica sintoniza con las raíces del director Ilya Naishuller, ducho en vídeos musicales. La banda sonora colorea un ajuste de cuentas con una diversidad rítmica que va desde Tchaicovsky hasta Pat Benatar pasando por Nina Simone, el funky de Edwin Starr o la banda femenina de pop Kombinaciya. La eficacia del actor Bob Odenkirk, como Hutch Mansell, se debe al apoyo incondicional de unos secundarios bien entrenados: desde su esposa, la actriz danesa Connie Nielsen; el suegro (Michael Ironside); su padre, Christopher Lloyd adscrito a la saga de Back to the Future o la intervención descuidada del rapero RZA. Los malos se deshacen en la exageración circense con el villano que Aleksey Serebryakov se encarga de profundizar. El largometraje no aprecia la furia prepotente, se deja ver sin que la sangre salpique de mal gusto la pantalla. La visión salvaje del justiciero no olvida su lado doméstico y, afortunadamente, no sucumbe ante la facilidad de convertirse en un Rambo urbano. El drama y el humor se concentran en este clan, sin importar la intensidad de la tormenta. |
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