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UN ESPÉCIMEN SIN PIES NI CABEZA
Película Venom: Habrá matanza


J. G.
(Madrid, España)

Venom: Habrá matanza
Ficha Técnica Video    
La vida en pareja es conflictiva, y eso es lo que le ocurre a Eddie Brock: no termina de fusionarse con un simbionte convertido en carga para su espalda y mente. Las segundas partes pocas veces son buenas, Venom: Habrá matanza lo certifica con más pesar que nostalgia. La vulgaridad, hilada con chistes fáciles, se sube a la chepa de un largometraje vacuo que muere en una agonía prolongada sin motivo. El sentido del humor atrofiado pierde el control entre puñetazos y superpoderes descontrolados.
Las aportaciones apetitosas que recuerden a la primera entrega quedan reducidas a un espejismo de proezas saltarinas. Este más de lo mismo se hunde hasta infiernos donde la lucha y la venganza quieren secuestrar la paciencia del espectador impresionable con un argumento demencial. La frescura del capítulo anterior se ha perdido por el camino de una involución que espanta cualquier atisbo maquiavélico. Si la primera tenía algo de atractivo por las imágenes desenfadadas de la comunicación entre humano y alienígena, con aptitudes para convertirse en el gracioso de la película, la confusión, ahora, se adueña de situaciones pánfilas. La sensibilidad que este último podría haber mamado en una convivencia cercana a los sentimientos de un periodista atolondrado tampoco surte efecto. Ambos viven un romance condenados a soportarse. Las pirotecnias de turno son soplos artificiales repartidos por igual. El alien atrapado en otro cuerpo ni asusta ni divierte, ha perdido la convicción ganada en el largometraje dirigido por Ruben Fleischer, un devoto de zombieland. Está descontrolado y es tontorrón.
 
Eddie Brock / Venom (Tom Hardy) frente a Cletus Kasady / Carnage (Woody Harrelson), encarcelado  
Eddie 'dialogando' con Venom, su otra parte

No es fácil enterarse de lo que se cuenta cuando el sinsentido se apodera de imágenes absorbidas por los efectos especiales. Los personajes son monigotes de una acción empujada al final que conduce a otro principio, se pasean lelos delante de una pantalla poblada de caras ocultas. El asesino en serie Cletus Kasady reclama más terapia mientras el papel que defiende Tom Hardy aguanta la carga pesada del organismo rebelde. El actor protagonista de El topo o El niño 44 parece estar deseoso por firmar su acta de defunción cinematográfica. El resto del elenco aporta presencia a un metraje agotador por sus tontunas sucesivas. Marvel ha encontrado en Venom: Habrá matanza el cuento de nunca acabar mientras funcione en taquilla. Ya no hablamos de un metraje flojo sino que es inaceptable por una trama desperdigada que presume de escasez neuronal. ¿Dónde está la matanza que pregona el título? La comedia es un espejismo con golpes de terror sobrenatural. La mano de Andy Serkis justifica la violencia con un jaleo amplificado que espanta la necesidad de agarrarse a la butaca como signo protector, como si fueras un Eddie necesitado de una protuberancia acogedora. Hay persecuciones, ganas por devorara sesos, deseos de venganza con monstruo incluido. El fondo simplón se entierra en su vulgaridad.

J. G.


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