La propuesta conocida plantea una aventura amable de gusto acaramelado, por momentos campestre. Denis Imbert agrada y convence con una realización cómoda, ilustrativa, sin ganas de herir sensibilidades. La presencia del lobo funciona como elemento más domesticable que salvaje. La adolescente callada hace de él su mejor amigo. Su socialización se abre. Los ganaderos han declarado la guerra a la misma especie que, según ellos, diezma sus ovejas por instinto asesino.
El secreto de Vicky es una oda a la Naturaleza, alfombrada por el atractivo de los paisajes. Su cambio estacional contempla la lucha por la supervivencia. El argumento sencillo se mueve por derroteros previsibles donde lo importante no es el camino sino la manera de salvar los obstáculos que se presentan durante su recorrido. El miedo a la muerte es constante a pesar de que la vida es motor en una chiquilla que sale de su ostracismo. La linealidad dirige un largometraje correcto sin polemizar sobre el control de las especies.
La protagonista entiende que el cariño también reside en no abusar del proteccionismo maternal que coarta libertades en vez de ampliarlas. Su aislamiento, basado en el recuerdo del ser muerto, encuentra al compañero perfecto para suplir esa carencia. Esta comedia terapéutica ofrece estima, tolerancia entre padre e hija, perseverancia, afecto, amistad y comprensión. Los
montes de Cantal, en la región francesa de Auvergne, son el escenario limpio y suntuoso, de intenciones bondadosas. La trayectoria narrativa sin sobresaltos posee emociones que no resultan cansinas ni novedosas por el manejo sencillo del tratamiento fotográfico.