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CINE Y ESPECTÁCULOS
CARTELERA CULTURAL
Histórico
 
 
 


SOLEDAD IMPACTANTE
Película Mantícora


J. G.
(Madrid, España)

Mantícora
Ficha Técnica Video    
En la mitología persa, la mantícora es una aberración con cuerpo de león, cola de dragón y cabeza humana que devora personas. La sociedad tiende a juzgar horrorizada la práctica de una excitación privada que rompe la moral general. Es capaz de crucificar a quien sólo busca un escape fantasioso a través de espacios virtuales. Esta privacidad puede contemplarse como un intento socializador por parte de la persona introvertida sin buscar el daño ajeno. ¿Dónde está el límite entre depravación y recato? ¿Qué es más deshonesto: expandir el éxtasis efervescente o disfrutarlo en privado sin la participación física de otro? Carlos Vermut, fiel a su estilo polémico sin grandes anuncios, pone el dedo en la llaga.
La soledad es un arma de doble filo que puede convertirse en aliada o enemiga de la vida. El monstruo que pulula por Mantícora fagocita al hombre aunque este haga lo posible por distanciarse de él. Julián, lejos de transmitir brutalidad, representa tristeza permanente y vacío sobrecogedor. También es cercano y humilde, alguien que debería pedir explicaciones a los demás por unos juicios que no respetan su intimidad. Es el prototipo de quien vive enfrascado en un trabajo que se dedica a satisfacer la diversión humana con engendros violentos. Alguien que construye un contexto ficticio en torno al aislamiento como universo paralelo. Sin metas comunicativas. El acercamiento que se percibe con un niño, convertido en conocido circunstancial, se reviste de inocencia en busca de amistad. Julián es un individuo sin excesos que hace del encuentro fortuito el alimento de una extroversión estéril. Cristian surge en su vida como un incidente entronizado mientras su tranquilidad proporciona serenidad dramática. El héroe salvador pasa de ser tigre en caricatura a felino autoculpabilizado. El provecho violador está lejos. Él no se mete con nadie en su incipiente aventura de onanismo virtual. Los impulsos genitales carecen de continuidad delictiva en sus actos. No es pedófilo. Quienes convierten ese momento en el inicio de una perversión establecen una controversia que hace de Mantícora un largometraje interesantísimo y audaz. El debate entre pedofilia y deseo turbio está servido.
 
Julián (Nacho Sánchez) está entregado a su trabajo de dibujante para juegos informáticos  
La realidad virtual pasa a formar parte de las fantasías de Julián

La necesidad de cercanía social es presidida por el minimalismo gestual de una contención masculina, distante de la frialdad delictiva que marca al criminal. La cara flemática lo dice todo, el tono suave de un lenguaje pacífico y parco en sentimientos o los ataques de ansiedad dibujan una vida afectiva pobre. La falta de expresividad cariñosa no significa que Vermut no se plantee el encuentro con el amor. El cineasta madrileño, inteligentemente, no opta por el cariño plastificado, habla del confinamiento instalado en las ciudades, del encuentro y la despedida, de la aceptación y el suicidio. La aparición de Diana reconduce el aislamiento hacia un cariño compartido, marcado por el rostro muerto de Julián. El desfogue es una visión en 3D que el protagonista quiere disfrutar en privado y deja al público el peso de la elucubración con sensaciones provocadoras. Su alejamiento, necesitado de contacto, pide ayuda, precisa el empujón de una atracción más emocional. Mantícora no habla de las perversiones ni las define, plantea un dilema moral molesto para el espectador que condena a quien no ha hecho nada malo, aprovechando la libertad hipotética que la seudorealidad ofrece. Quizás esté incómodo al no sintonizar con el personaje que tiene delante. La cuarta película que Carlos Vermut dirige es un documento atractivo por su urdimbre inquietante. La crueldad de sus escenas es más sicológica que somática, donde las heridas mentales reemplazan a las vísceras.

Diana (Zoe Stein) entra en la vida de Julián  
Diana también se convierte en cuidadora

Las experiencias que la sociedad califica de depravación quedan al descubierto cuando pierden privacidad. El consentimiento es un vaso medio lleno porque la otra parte desconoce la fantasía construida en torno a un modelaje informático. El cuidado familiar es el vínculo afectivo que actúa como pegamento consanguíneo y de pareja. Diana asimila la muerte de su padre como la continuación de esta labor con Julián. El entorno empresarial le presenta como víctima del espionaje legal. Se indaga en el problema de las redes sociales y de qué manera su penetración puede destrozar una vida.

La intimidad de Diana y Julián  
La mirada de Julián es siempre inherte

Las señales masturbadoras varoniles son juzgadas con sospecha mientras, otras veces, las aceptamos como compañeras de cama. Aquí, no debería interpretarse en su vertiente patológica. ¡Cuidado con las opiniones anticipadas a las que Mantícora se presta! Vermut da una patada al costumbrismo afectivo del cine empalagoso.
¿Qué verá Julián en Saturno devorando a su hijo a parte de tenebrismo antropófago? Mantícora es magia espeluznante que ha sabido meterse en Sitges. Esto, ya supone un éxito. El festival no la ha prestado la atención merecida, portadora de un terror realista. ¿Habrá entendido su mensaje? Los Premios Goya, ¿qué dirán?

J. G.


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