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COSECHADORA DE ÉXITOS Y FRACASOS
Película I wanna dance with somebody


J. G.
(Madrid, España)

I wanna dance with somebody
Ficha Técnica Video    
Las cifras estratosféricas rodean el nombre de Whitney Houston. Los estribillos de sus canciones son tarareados con familiaridad mientras títulos inolvidables se revalorizan en el tiempo. Detrás de ellos se encuentra el espíritu de una mujer que lo dio todo en la música a la vez que no pudo o no supo poner freno al tren de la fama. No logró salir del agujero que ese ambiente enrarecido le provocó, tampoco superó la magnitud de una carrera artística abrumadora. El hogar de Nippy, como sus padres la llamaban, nunca le perteneció. El éxito rápido marcó una trayectoria meteórica hacia la popularidad. La evolución de una puesta en escena atractiva muestra la complicidad entre madre e hija durante ensayos duros que persiguen una perfección visible en la intención materna. Este entendimiento sobrevivió a las broncas conyugales entre Cissy Houston y John Russell Houston, incluidas dentro de un paquete narrativo saltarín por los azares de un pasado que la celebridad borrará pronto. Whitney Houston dejó de ser la niña del coro para convertirse en figura con talento atractivo. La popularidad garantizó un salto al vacío que aseguraba una caída mortal todavía invisible. Desde que Clive Davis, productor musical y fundador de Arista Records, puso la atención en su potencial, I wanna dance with somebody transcurre acelerada, sin dar tiempo para degustar el desarrollo de la niña adolescente a astro musical. La deficiencia de un guion jugoso busca salvarse a través de quienes la convierten en traidora a su piel. Se la considera prototipo de la imagen negra vendida al mercado blanco que no representaba la esencia del rhythm and blues atezado. La respuesta inteligente defendiendo el tono acromático de la eufonía es uno de los momentos clave que brilla con intensidad.
 
Whitney, en su juventud, junto a su amiga Robyn Crawford (Nafessa Williams)  
Clive Davis (Stanley Tucci) fue el descubridor de Whitney Houston

Whitney Houston dice cantar pero no componer. El papel de los creadores que la catapultaron a lo más alto, George Merrill y Shannon Rubicam, o Baby Face, a quien se le dedica una pequeña alusión verbal, se hecha en falta. La mención pasajera de Dolly Parton no le otorga un trato justo a la hora de compartir el pelotazo de I will always love you. El tono mezzosoprano de Whitney Houston convirtió en oro todo lo que pasaba por sus cuerdas vocales. La regularidad escénica de Naomi Ackie no ayuda a conectar con su pop rítmico.
La rapidez y ligereza se imponen con facilidad dentro de una trama sin carisma. Whitney era un meteoro deseoso por llegar a la cima sin saber su significado, algo típico en la mentalidad de una adolescente que destacó en la industria discográfica demasiado rápido. La sustancia de Whitney Elizabeth Houston es escondida tras el nombre comercial. La banda sonora despliega un relleno de éxitos que la consolidaron como cantante inimitable. Los títulos que la llevaron a lo más alto como How will I know, Love will save the day o I wanna dance with somebody, suenan en una exhibición de poderío sonoro con playback bien ajustado. El argumento tampoco hace mucho hincapié en la parte oscura de este negocio para centrarse en el lavado de imagen femenina. El proceso creativo de una melodía no se saborea, ¿quizás porque la sensibilidad privilegiada de Whitney Houston captaba su esencia sin necesidad de filtros? Todo es tan bonito que huele a artificioso. El modelaje de esta estrella fue un juego de magia infantil.
En el terreno personal, se presenta un alma libre cuyas inclinaciones sexuales despejan pronto un lesbianismo potencial. La amistad se comparte con intensidad diferente. No se profundiza en el alma de las secuencias. Su vida estuvo marcada por el cruce de individuos que decepcionaron, como un padre manipulador capaz de convertir la vida de su hija en denominación mercantil. El artista Bobby Brown representaba el desprecio de un marido conflictivo. El estímulo de una madre férrea en lo artístico y convencida de las capacidades de Whitney siempre estuvo a su lado.

Whitney Housto cantando 'Star Spangled-Banner' en la Super Bowl de 1991, en el Tampa Stadium de Florida. El partido enfrentó al campeón de la AFC los Buffalo Bills y al campeón de la NFC los New York Giants  
Whitney Houston (Naomi Ackie) durante uno de sus directos

La segunda parte de este metraje es una caída sin frenos que dibuja al rostro protagónico en fase de descomposición madura. Stanley Tucci ofrece la fiabilidad necesaria para mantener en pie este viaje que ni emociona ni inspira. La dirección ofrece cierta solvencia a la hora de resolver una película con raíces polifónicas donde el drama es parte troncal. Kasi Lemmons, a pesar de contar en su equipo con gente de la talla de Anthony McCarten como guionista, Barry Ackroyd en la dirección de fotografía o Ashton Sanders como coprotagonista, no impresiona porque no arriesga ante el peso de la figura tratada. Cumple por debajo de lo esperado. La cineasta de Misuri, conocida por su aparición en El silencio de los corderos o Candyman, el dominio de la mente, se recrea en la música como elemento para ilustrar momentos históricos. El concierto de Johannesburgo del 12 de noviembre de 1994, ante una multitud superior a 200.000 personas, celebraba la liberación de Nelson Mandela. La interpretación del himno nacional en la Super Bowl de 1991, en el Tampa Stadium de Florida, es otro ejemplo de visión documental. Las actuaciones transmiten un alma videográfica. Las conexiones con la gran pantalla dejan una estela breve gracias a su aparición en El guardaespaldas y la versión televisiva de Cinderella, escrita por Richard Rodgers y Oscar Hammerstein II.
La llegada de la gloria significó la ascensión y el descenso por una montaña rusa imparable. La degeneración ha consumido a la joven que aspiraba a comerse el mundo con su chispa. La sinceridad de alguien que lo tuvo todo profesionalmente confiesa el agotamiento de un ritmo que le impide disfrutar de la vida privada. Este icono musical es un ejemplo de la factura que el prestigio se puede cobrar a lo largo de los años. ¿Whitney Houston estaba preparada para encarar la cima que alcanzó? ¿Le hubiera gustado continuar en el coro de Nueva Jersey? Quizás quiso bailar con una intimidad que jamás supo defender. La voz de Newark fue devorada por la gloria dentro de un largometraje previsible y poco efectivo. A través de una imagen mediática se reproduce el recuerdo de un muerto. Por lo tanto, quien quiera dejarse impactar por la fuerza de Whitney Houston, no tiene cabida como espectador de I just wanna dance with somebody. Su recuerdo es deficiente y compasivo. El final, demasiado autocomplaciente y buenista.

J. G.


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