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CUANDO LO EXPLOSIVO ABURRE
Película Operación Fortune: El gran engaño


J. G.
(Madrid, España)

Operación Fortune: El gran engaño
Ficha Técnica Video    
La relación laboral entre el director Guy Ritchie y Jason Statham se inició hace 23 años con Lock, Stock and Two Smoking Barrels, coprotagonizada por este último. Desde entonces, el ex saltador de trampolín ha cincelado una personalidad de rostro frío y semblante más confiado en la respuesta rápida de sus puños que en su inteligencia. Ahora, el cineasta británico lo recluta para convertirlo en antihéroe encubierto. No tiene la realeza británica que Ian Fleming imprimió a su creación literaria. Algunos comentarios se acercan, con tono imberbe, al machismo cultivado por Sean Connery como galán nacional. Es el tipo que no desprecia la buena vida, siempre a costa del erario público, y bajo la sombra del MI6, sabedor de que es un peón dorado del gobierno anglosajón.
Operación Fortune: El gran engaño es más envoltorio que contenido. Es un producto para consumo rápido e impacto directo. Guy Ritchie no busca el gancho de su largometraje en la aparatosidad de las imágenes trepidantes sino en la presentación de un elenco coral donde el movimiento está garantizado por la diversidad de escenarios y protagonistas que mueve el cotarro. La presencia de la mafia ucraniana involucra al guion en la actualidad dentro de un argumento policiaco en clave de trama internacional. Las apariciones de Statham se fundamentan en golpes y tiroteos coreografiados por persecuciones basadas en alta tecnología. Persecuciones llenas de personajes ridículos que transforman la caza tradicional entre gato y ratón en teletrabajo supeditado a la metodología rastreadora. Algo tan rudimentario que basta con desconectar el móvil para desaparecer y borrar las pistas que los perseguidores olfatean. Poca inteligencia y mucho despliegue armamentístico hacen equilibrios para no desplomarse en una borrachera de ruido general.
 
De izquierda a derecha: Orson Fortune (Jason Statham), Danny Franscesco (Josh Hartnett) y Sarah Fidel (Aubrey Plaza)  
Greg Simmonds (Hugh Grant) junto a Danny Franscesco (Josh Hartnett)

El discurso liviano se adapta a los tiempos con giro del robo tradicional hacia una modernización delictiva informatizada. El empacho de espionaje se siente cómodo en juegos de guerra informática que encuentran una forma nueva para hacer daño al mundo. Las transacciones ya no se realizan a través de maletines llenos de dinero, certificados por los sicarios de Pablo Escobar. El destino humano se somete a un código encriptado cuyo contenido no sorprende. La manera de alcanzarlo se apoya en el estruendo como elemento previsible para conseguir una meta conocida en forma y poco trascendental en su fondo. La nómina de celebridades constituye el armazón de un rompecabezas humorístico continuado por Hugh Grant, a medio camino entre la inocencia y la discreción sabuesa. El recurso de la chica se desdobla en gancho sensual y cerebro informático. La carcajada de Guy Ritchie al mundo cinematográfico introduce a una estrella tan grandiosa como penosa de la industria hollywoodense ficticia con la figura de Josh Hartnett. El malvado se entusiasma con el ingenuo que se cree superior a Tom Cruise en versión cómica. Jason Stathman se va de vinos con pedigrí, otros juegan a hacer castillos en el aire egocéntrico y todos tan contentos.

J. G.


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