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CINE Y ESPECTÁCULOS
CARTELERA CULTURAL
Histórico
 
 
 


LA RECONSTRUCCIÓN DEL TIEMPO
Película La memoria infinita


J. G.
(Madrid, España)

La memoria infinita
Ficha Técnica Video    
El análisis de la banda sonora de un largometraje suele dejarse para el final, no por su importancia menor sino por el papel complementario dentro del examen cinematográfico previo. En este caso, sucede todo lo contrario. Sin su música, La memoria infinita caería en el olvido rápido. La compenetración entre sonido e imagen justifica la elección tan acertada del título. Su capacidad vitalista supera cualquier barrera que puede afear el binomio vida-muerte. En medio queda la experiencia sembrada por un camino que se pretende recuperar. La música apoya el repaso, en clave familiar, de una figura capital dentro de la cultura y periodismo chilenos, necesaria para perpetuar el recuerdo con intenciones bien planteadas. Su acoplamiento en el tiempo hace llevadera una travesía difícil por momentos y que, gracias a su compañera de viaje, es un camino algodonado sobre un firme con baches momentáneos. Contra más se explora, apetece descalzarse para sentir más cercana la huella de Augusto Góngora. Góngora, como lo llamaba su amiga y esposa Paulina Urrutia destacó como periodista opositor al régimen militar liderado por Augusto Pinochet durante la década de 1980. También perteneció a la élite cultural de la desaparecida Concertación. Su papel como editor en la Televisión Nacional de Chile desde 1990 hasta inicios de 2010 tampoco fue minúsculo.
 
Augusto Góngora junto a Paulina Urrutia  
Paulina lee a Augusto un libro paseando
Lo que en un principio puede avanzar otra película sobre el Alzheimer termina siendo un documento entrañable donde el juicio cartesiano del trastorno sucumbe al poder del personaje tierno. Sí, es un testimonio más sobre los trastornos degenerativos pero, al mismo tiempo, refuerza el propósito de alguien que quiere recuperar una mirada ensombrecida sin esperarlo. La unión fortalecida por el cariño y el dejarse querer hacen de Augusto y Paulina la pareja compenetrada que busca comprenderse. Son admiración y envidia aunque, a veces, no apetezca estar en su piel. Los dos forman una dupla armónica y deliciosa donde los inconvenientes que la desmemoria genera se convierten en retos a superar. Este reto lubrica una relación particular tan liberal como respetuosa.
A través de frases, fotografías, charlas, sonrisas y llantos, Paulina despierta, poco a poco, una memoria desvanecida. En este paseo, aparece como es un aliado que huye de lo pretencioso. El camino descubre a un espíritu combativo, la esencia de un alma comprometida con su país; amante de las noticias sin filtro, y todoterreno entregado a comunicar sin censura. Augusto Góngora cultivó desde la información política hasta contenidos de tono pedagógico. Su libro Chile La memoria Prohibida, cuya elaboración con otros autores llevó seis años (entre 1982 y 1988), es un recuerdo de los males pretéritos, a su no olvido y comprensión para no caer en la manipulación de la Historia. Las imágenes surcan el disfrute de un hogar luminoso por donde los recuerdos circulan dispersos e inquietantes. La cámara recorrer pausadamente este entorno, recreándose en el ayer. El trino de pájaros se mezcla con la presencia nada anecdótica del cartel que impulsó la campaña del NO, que acabó con la dictadura de Pinochet e inspiró la película homónima de Pablo Larraín.
Augusto Góngora en el silencio de un cine  
Un momento de risas compartidas

Los momentos alegres se mezclan con la agonía de un hombre que pierde el control al no encontrarse a sí mismo, incluso frente al espejo. Angustia que le lleva a la búsqueda de sus amigos como salvación para calmar una soledad producto de la enfermedad. Los libros son compañeros permanentes de los que no quiere desprenderse. La memoria infinita no aspira a grandes logros visuales. Muestra la belleza del proceso redescubridor que acepta haber perdido su pasado por un daño propio del envejecimiento. Gracias a la sonrisa sigue joven espiritualmente hasta su muerte. El valor del encuadre desenfocado proporciona esa calidez de la imperfección naturalista que en ningún momento busca la excelencia. La naturalidad apuesta por el amor veraz, la ternura del cariño ajeno a las fronteras institucionales y obstáculos representativos de la convivencia. A pesar de que la sensación de hastío inicial, debido a la esencia de la temática, corretea libre, su belleza y humanidad son innegables.

J. G.


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