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CINE Y ESPECTÁCULOS
CARTELERA CULTURAL
Histórico
 
 
 


CONFLICTO Y CERCANÍA
Película Disco Boy


J. G.
(Madrid, España)

Disco Boy
Ficha Técnica Video    
La huida de los orígenes buscando un futuro mejor mueve los músculos de una cinta identificada con el riesgo desde su comienzo. Aleksei se embarca en un viaje cargado de ilusión mientras Disco Boy se desmarca del cine normativo, basándose en una fotografía cargada de connotaciones espirituales. Este viaje esgrime su poder aventurero a través de dos frentes de batalla que, poco a poco, irán encontrándose en una línea convergente: el sentido de la vida. Dicho concepto reclama su parcela vital con la frontera como nexo entre ambos. El corazón de Aleksei escapa de Bielorrusia hasta Francia en busca de una identidad nueva consagrándose a la Legión Extranjera francesa. La decisión que no tiene vuelta atrás palpita entre el peligro y la ilusión. Jomo lidera una guerra territorial en el delta del Níger. Ambos defienden la vida abrazando el sacrificio con intenciones distintas: el olvido de las raíces y la protección del lugar donde habitas. Víctima y verdugo encuentran en la música el alimento para fortalecer su supervivencia. El ejército es una piña que les une en intenciones y les diferencia en la manera de ejecutar su trabajo. Los soldados apátricas y desertores que integran el grueso francés choca con la fortaleza étnica de nigerianos convertidos en defensa familiar contra el extranjerismo opresor. Aleksei busca un salvoconducto; Jomo, el fortalecimiento de su pasado condenado a desaparecer.
El arranque dinámico de la acción merece una confianza que circula sin frenos hasta sestear en un limbo donde el vacío flota a través de la mística pretenciosa. El deseo escapista de Aleksei no calibra los escollos que tiene que salvar para obtener otra imagen social, no le importa la cesión del espíritu a un patriotismo mercenario. La relación entre Europa central y la desolación del África Occidental une luchas hegemónicas y de resistencia en un escenario con sombras coloniales durante el siglo XXI. Mientras uno conoce, y ama, su país; el otro se lanza a la aventura errante. Aleksei vive su deshumanización al convertirse en número de un pelotón destinado a limpiar el honor nacional fuera de sus fronteras. Esa entrega engrasa una maquinaria que salva rehenes en el extranjero como cómplice de la matanza diseñada en los despachos que dirige a estos barrenderos. Disco Boy plantea una mili rápida que adocena para servir a una patria durante un lustro por interés vitalicio. Desde el punto de vista del director, su largometraje supone el reencuentro del proceso creativo que ha durado diez años hasta conseguir el primer trabajo denso. La evolución creativa no hace de la sencillez su principal arma sino que la complejidad gana terreno con momentos de brillantez. La rebeldía firme y seria no duda en criticar los abusos del dominio económico foráneo en el vertedero industrial que es África.
 
Alex (Franz Rogowski) camino de encontrarse con la Legión Extranjera francesa  
Aleksei convertido en huido mientras escapa por el bosque
La escasez de diálogos es consustancial a la expresividad de imágenes fuertes y personales. Cada situación compone una frase exteriorizada a través de la decepción y la obligatoriedad luchadora que defiende su tierra. El empuje actoral materializa los sueños. Franz Rogowski transita de la euforia a la castración emotiva en un proceso que conoce el placer y sufre dolor. El tronco de Disco Boy crece entre la necesidad de olvidar un origen gracias a la Legión Extranjera francesa y de perpetuar la independencia a través del MEND (Movimiento para la Emancipación del Delta del Níger). La vanguardia de la lucha armada se mezcla con la preparación militar del Ejército galo. La película bélica se mezcla con la inmigración y tiene algo de animación con textura de juego videográfico nocturno. La banda sonora de Vitalic hace de los ritmos electrónicos un propulsor de la desazón y el miedo, la locura y el éxtasis. Vincula vidas a golpes de tecno. La lucha es una danza que se fusiona con el relato místico de vida y muerte. Disco Boy expande su alma musical desde los movimientos tribales, en estado de trance entre Jomo y su hermana Udoka, hasta la aparición de la discoteca como elemento de ocio occidental. La relación emocional de los hermanos da paso a una levitación de Jomo ante Aleksei mientras la mirada, desafiante, conecta espíritus. Jomo es el alter ego de Aleksei. Jomo es un guerrillero; Aleksei, una pieza del engranaje militar alienante, un soldado de poco fortuna. Su imagen sufre una metamorfosis desde el paisajismo naturalista de Europa hasta la selva africana. En la parte final, su fuerza postraumática inunda la pantalla. La magia de la danza lo absorbe, creando ambientes de inseguridad que acrecientan su magnetismo y fragilidad.
Udoka (Laetitia Ky), hermana de Jomo  
Jomo (Morr Ndiaye) es el jefe del MEND (Movimiento para la Emancipación del Delta del Níger)

La crítica a la industrialización devastadora del tercer mundo tampoco escapa de la reflexión. Se presenta una idea del terrorismo como trinchera frente a la explotación primermundista. El río aparece como un hilo conductor que enlaza la selva como lugar de muerte y frontera entre lo virgen y lo contaminado. La denuncia ecológica a través del medioambiente maltratado acompaña a la degradación del paisaje mental del hombre decepcionado con un mundo que le ha utilizado. Disco Boy escenifica la búsqueda de una retribución y, en el otro extremo del contexto, el desgaste de una dedicación sin arrepentimiento. Es oscura en el desarrollo visual y comprometida políticamente.
El principio de este viaje iniciático desempolva la idea de la Europa de bloques que ha vuelto a despertar con actores diferentes. La sutileza del impacto inicial toma derroteros desconcertantes donde misticismo y magia se mezclan a partes iguales. Disco Boy es inesperada, se vuelve críptica dentro de un mundo real con dosis de humanidad que hacen pensar. Sobre todo, destaca el aspecto combativo del maltrato humano en la selva nigeriana. Lo que Giacomo Abbruzzese denuncia con estilo desgarrador, el espectador concienciado lo llamaría cargarse el mundo. Merece tenerse en cuenta dentro de elogios justos. Disco Boy es un baile de destinos sin final feliz, una expresión cargada de doble intencionalidad.

J. G.


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