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CINE Y ESPECTÁCULOS
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NO ES FRESCURA SINO SINSENTIDO ABURRIDO
Película El fantástico caso del Golem


J. G.
(Madrid, España)

El fantástico caso del Golem
Ficha Técnica Video    
Cuando un director es enmarcado en el cine de autor se le está crucificando por un doble motivo: la búsqueda de la intelectualidad como sello personal y la transformación de imágenes en conceptos sesudos de tertulia nocturna. Hay gente que disfruta con ello pero seguro que el binomio Burnin' Percebes no persigue nada de eso aunque maestría para atraer moscas a sus deposiciones no le falta. El parto de Juan González y Fernando Martínez es ejemplo palmario de que cualquier con una cámara en la mano, y alguien que le suelte unos euros, es capaz de montar un escenario tan rocambolesco como insoportable. El disparate ordena sin concierto, según mandan los cánones del cine irreverente por esa búsqueda de la originalidad a través de eructos que facilitan una arcada contenida por respeto al compañero de butaca. El furor surrealista es una bofetada que confunde la gracia con la ramplonería, un golpetazo de aire viciado por el humor fácil y el guion macarra que ni Luis Tosar puede domesticar. Al actor lucense no le sienta bien el peluquín que borra de su cara el gesto irónico de su mirada saltona. El tono tragicómico de un timbre habitual entra en duda como viajero en un Orient Express hipotético, con Agatha Christie convertida en pasajera sospechosa que podría raja gargantas.
 
Juan (Brays Efe)  
Carlos, policía, (Javier Botet) y Juan (Brays Efe)

Aquí sólo manda la regla del todo vale, cuanto más se llene de objetos caídos del cielo revienta barrigas, sangre sin interés policiaco y semen con toque a Paramount Comedy, mejor. Tampoco se consigue que lo imposible sea posible a pesar de que algunos giros quieran canalizarse hacia la sensatez femenina que beneficia a todos. Anna del Castillo lo intenta. El elenco parece elegido a propósito para componer un lienzo picassiano donde las tonalidades se mezclan explosivas, donde la métrica del brochazo dibuja asimetrías inmaculadas. La musicalidad del caos desafina con su estridencia remarcada. La rebeldía que el colectivo cineasta parece vendernos no está interesada en la madurez de los personajes sino en la simplicidad que les hace sobrevivir. Es más, rebosan infantilismo donde Brays Efe es la cumbre de la estupidez que olisquea en el basurero circundante. Su simpleza engrandece todo lo que toca entregado al hedonismo de su inacción. ¿Querrá acercarse al surrealismo wesandersoniano con una paleta de ingenuidad muy bien dibujada? Este faro de una generación perdida mezcla un españolismo grunge con el abandono que asume el fracaso como algo consustancial de su impersonalidad. El logaritmo informático, la penetración de las redes sociales y de nombres como Tinder o Meetic forman un lenguaje desconocido para una adultez ignorante. La singularidad aparece en el atrevimiento, en el corte de mangas al rigor cinematográfico formal y conceptual.
El fantástico caso del Golem es ficción impersonal donde las carcajadas innecesarias son capaces de llenar un vacío haragán: solamente el vestuario marciano de Nao Albet aporta milésimas de colorido saltarín. Como el cine para descerebrados tiene una legión potente de seguidores, este aborto que algunos calificarán de píldora refrescante es capaz de conectar con la capa más epidérmica de espectadores que buscan un momento de cachondeo sin pensar en su calidad. ¿Se atrincherará en la crítica destructiva para hacer de ella el fuerte de una estructura que no se sabe si juega a crear un sello propio o a ser Almodóvar en su versión más casposa.

J. G.


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