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REUNIÓN CAMPESTRE COMO METODOLOGÍA CINEMATOGRÁFICA
Película Vacaciones de verano


J. G.
(Madrid, España)

Las chicas están bien
Ficha Técnica Video    
La excusa perfecta para que una idea atractiva, y manida, focalice miradas hacia el cine independiente ha llegado. Independencia donde el protagonismo y la realización son íntegramente femeninos. Este aspecto subyacente no debe despistar el interés escaso levantado por un largometraje, modélico en su duración, con más pompa que enjundia. Como no es justo defender un envoltorio por su presentación, debe decirse que Itsaso Arana ofrece una ópera prima pretenciosa, bañada de tranquilidad silvestre, cuyos paralelismos literarios evocan a Molière en bicicleta. El hecho de que la cineasta navarra se integre en el elenco para empatizar con sus miembros y espectador no dice nada, eclipsada por actrices con talla resolutiva. Sin embargo, ni Bárbara Lennie ni Irene Escolar, como embajadoras del grupo, mejoran el concepto onírico del metacine disuelto en el amor, la belleza, la orfandad, bastante amistad o la muerte. Son figuras puestas delante de la cámara que moldean la preparación de una obra cinematográfica a través de otra que no termina de crecer. El enanismo emocional es sobresaliente, cosa que no impide crear complicidad entre mujeres que se sienten realizadas al expandir su creatividad sin trabas. Sí, Las chicas están bien es un producto femenil para todos los públicos aunque no todos la amarán con la misma intensidad. Se mueve en la cuerda floja del desafío a las normas del rodaje que, armando el esqueleto de una película, edifica otra sin dirección fija. El enfoque que las actrices dan a su ejercicio interpretativo se acerca a la trastienda de los ensayos como parte de una cotidianeidad laboral. Su ambiente en la naturaleza alcanza una atmósfera viciada sin contaminar. Tampoco aparecen tramas que internamente persigan un final, salvo momentos escogidos de intimidad lograda.
 
Las protagonistas de la película en su casa de campo alquilada para preparar una película  
Itsaso Arana en la fiesta del pueblo junto a sus amigas

El entorno campestre se presenta con paso excursionista, empujado por diálogos y actitudes que, queriendo ser naturales, se diluyen en la abertura focal del plano general. No puede decirse que su composición esté mal planificada (aunque pueda pensarse) gracias a esa naturalidad desbordante que se apropia de situaciones cotidianas. El bienestar se ancla en el disfrute de una experiencia vacacional donde la sinceridad se desviste, como en una sauna, dirigida por lo anecdótico. Una vez descrito el lugar y a los protagonistas, la lectura del guion escrito musicaliza un sendero de paisaje monótono. Su absorción protagónica llena espacios donde la naturalidad es reincidente. El sosiego del retiro tiene momentos agradables que rompen esa linealidad con alboroto de feria sin que sepan a nubes de algodón. La juventud es el hilo conductor de charlas que evitan el conflicto personal. Sólo el razonamiento de una maternidad como pacto de la gestante con la vida merece su análisis. Y poco más. Las postales juglarescas que dividen a Las chicas están bien en escenas con portada romántica se acoplan a la cama convertida en alcoba compartida. Su epicentro detiene un reloj de arena que disfruta la suspensión del tiempo con vivencias y declaraciones a través del teléfono móvil. Unas amigas descubren la felicidad de ser ellas mismas por no depender de la masculinidad en la quietud del campo. La limpieza ecológica del entorno termina siendo otro destino Airbnb que en ningún momento dice su nombre.

J. G.


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