Veintinueve
de Septiembre de 2003. Cinco de la tarde.
Una incipiente cola desborda ya la entrada
del vestíbulo de la Casa de América
en Madrid. Es día de cine. ¡Cine del
bueno!. Nos felicitamos por la "suerte"
de un estreno que aún no se ha producido
en los circuitos comerciales.
-"No
te preocupes, amigo, yo me acerco a
la taquilla cuatro horas antes y tenemos
acceso seguro".
Cinco
y media: La paciente fila espera el
momento señalado.
-"Lo
dice el programa: Venta en el punto
de Información a partir de las 18:00
horas. No hay temor, llevo aquí desde
las cinco... ¡lo tenemos en el bote!".
Seis
menos diez: "Señores, es inútil que
esperen; se va abrir la taquilla pero
sólo hay entradas para aproximadamente
hasta aquí" y señala un punto que delimita
escasamente la entrada.
-"No
puede ser" (quien más quien menos piensa
para sus adentros en que un virus maligno
ha transmutado en agua los sesos de
esta doncella -doncella porque sirve
en la Casa).
-"Se
lo digo para que no pierdan el tiempo.
No hay entradas. La productora se las
ha reservado".
¡El
67 por ciento! -calculo con mi pelona
matemática.
La
esperanza es tenaz. No se mueve ni un
zapato.
Son
las seis y, tan puntual como indica
el programa, comienza la distribución.
Oteamos con angustia el reparto.
No
hubo confusión, no hubo milagro, no
hubo virus. No hay entradas.
-"¿No
hay entradas?"
-"No
hay entradas"
Ahora
entiendo lo del reguero de pólvora;
es un "No hay entradas" que se esparce
hasta el jardín.
-"Si
la productora quiere hacer un pase privado
para los amigos, que alquile una sala
y la pague". "¿Esto no es de todos?,
¡pues que lo pague!".
-"Pero...
¿no hay entradas?"
-"No,
no hay entradas"
-"Yo
firmo el libro de reclamaciones"
-"No
hay"
-"Pues
que venga un responsable"
El
tiempo se agota, la paciencia también.
-"Aquí no viene ni Dios". "Esto es una
tomadura de pelo; quieren que nos cansemos"
Alguno
se cansa. Más de una hora para conseguir
una interlocución. En la espera ha dado
tiempo a redactar una queja y a llamar
a los municipales.
-"Señor
guardia, ¡y no tienen hojas de reclamación!"
-"Mala
cosa"
-"Les
denunciamos y les hacen un juicio"
-"Señora,
que esto va por vía administrativa"
-"La
encargada del departamento de cine está
intentando conseguir de la productora
un segundo pase". Tarará que te vi;
¿y las pelas que pueden perder si vemos
gratis aquí lo que deberemos pagar allí?.
-"Dicen
que en compensación nos dan un bono
para el resto del ciclo".
-"¡Y
un cuerno! ¡Aquí no se vende nadie!"
-"Yo
sí"
Son
las siete y media. En estado de frustración
subimos al Salón Bolivar. Hay una mesa
redonda con representantes de las películas
de la Muestra. Escuchamos con paciente
respeto a todos y cada uno de los participantes,
incluída la interlocutora del centro.
El moderador anuncia con júbilo que
la mesa está ansiosa de preguntas. Y
preguntamos.
¡Claro que preguntamos!.
Preguntamos
justo lo que no quisieran que hubiéramos
preguntado.
La
anfitriona, por sortilegio santero,
se ha quedado muda. El moderador sugiere
si no nos gustaría hacer preguntas más
acordes con el tema. Los invitados no
aciertan a intuir de qué va la cosa.
El representante de la productora se
apresta a salvar el cuello: "Nosotros
hemos pedido una sóla invitación".
¡Caramba,
por fin hemos sacado algo en claro!.
SEÑORES
DE LA casa de américa POR HOY NO VAMOS
A HACER MAS PREGUNTAS PERO, LES SUGIERO,
VAYAN ENSAYANDO ALGUNAS RESPUESTAS POR
SI, A LOS QUE CON NUESTRA CIUDADANÍA
-LÉASE IMPUESTOS- SOSTENEMOS ESA CASA,
SE NOS OCURRE AVERIGUAR QUÉ SE CUECE
EN LA TRASTIENDA.
LA
FALTA DE ENTRADAS NO ES DEL FANTASMA,
¡SEGURO!