Se
dice que el último periodo significativo
de un año, o sea las Navidades,
es una etapa que sirve para reflexionar
sobre lo bueno y lo malo de estos 365/6
días. Y sobre todo, para plantearse
el próximo como una etapa en
la que los errores del pasado sean eso:
"pasado", algo irrepetible.
En
este ambiente sosegado y reflexivo me
he recluido a modo de ermitaño
en la parte de mi interior donde la
música y yo nos reencontramos.
Como un nostálgico musical he
comenzado a hurgar entre los CDs que
he ido guardando a lo largo de estos
años y con la sana intención
de recordar sus melodías. Ya
ni siquiera me planteo mirar vinilos;
parece que la tecnología y un
servidor cada vez sintonizamos mejor.
En esta búsqueda han salido a
relucir nombres como David Bowie,
Kim Karnes, ELO, Confetti's,
Dary Hall, RUN DMC, BVMSP, Erasure...
por citar algunos. Música de
los 80 que me atrevo a comparar con
los clásicos de Mozart,
Bach o Wagner, respetando
el contexto histórico y cultural
de cada uno por supuesto.
La
música a la que me refiero, el
rock, el tecno de los 80, sigue teniendo,
veinte años después, la
misma frescura de sus primeros compases
en las cadenas musicales de una radio
que aún no había sido
infectada por la cultura de la hamburguesa.
Se trata de música que nunca
muere, dejará de estar en los
Top, pero su sonido nunca caducará.
Samplers, loops, ripps, etc. ya no son
lo que fueron: novedad y vanguardia.
Se han convertido en repetición
y aburrimiento. La música del
siglo XXI, una etiqueta tan perseguida
hasta que el siglo XXI dejó de
ser futuro, está muerta. La música
que impera en estos momentos, tanto
en las radios como en las vitrinas de
las tiendas de discos, es una copia
de sus primeros coletazos. Hay que consumir
música porque así nos
lo dictan las leyes del mercado: hay
que comprar (en el Top manta, claro),
o hay que piratear (Gnutella, Kazaa,
P2P) . Un aviso para la RIAA, SGAE y
las multinacionales del disco: ¿no
querías que la gente consumiese
música?, pues ahora toma dos
tazas de lo mismo.
Cuando
escucho "Enola Gay"
de OMD, "Only You"
de Yazoo, o "Rappers
Delight" de Sugar Hill
me vienen a la memoria los recuerdos
de cuando oía la FM de mi radio
analógica, recuerdo el ruido
de los surcos del vinilo, canciones
y sonidos que han marcado un antes y
un después en la historia de
la música.
Luego
la música se ha hecho repetitiva.
Comenzaron a surgir estilos musicales
como setas: hardcore, hardcore house,
dubb, deep house, trance, tecno trance,
progresivo, hip hop flamenco... Por
un lado, este surgimiento, no sólo
de músicas nuevas sino también
de comportamientos sociales hasta ahora
desconocidos, tiende a enriquecer el
panorama musical de una cultura y amplia
los conocimientos musicales de uno,
pero cuando la diversidad no innova,
se convierte en un saco roto. Cada vez
surgen más productores musicales,
sobre todo en el mundo de los DJs, que
se dedican a producir lo ya producido.
Son normales las reediciones, mezclas
de remezclas, canciones remasterizadas
de versiones ya remezcladas, clásicos
del pop o del rock convertidos en sonidos
acelerados a 180 BPMs. La cultura de
la música basura ya es un hecho,
no una posibilidad, y existe una gran
masa de gente que la consume.
No se si existe un sólo culpable,
pero creo que todos hemos contribuido
a fomentar esta cultura musical del
usar y tirar. Consumimos de lo último,
que rápidamente desechamos para
escuchar lo más último.
No sabemos escuchar música, dejamos
que los sonidos nos entren por los oídos,
reboten en sus tímpanos y salgan
de nuevo al exterior sin haber pasado
por nuestras neuronas. Nuestro objetivo
es consumir cada vez más música,
interesante, pero sin estudiarla: desastroso.
La buena música es como un buen
libro: con el tiempo se vuelve más
apreciada y sabe mejor al volverla a
paladear.
La
música es comunicación,
o al menos eso es lo que siento cuando
escucho el tecno o el rock de los 80
(antes no existía el ruido musicalmente
hablando).
Cuando
la música dictaba las normas
del mercado y no era el marketing el
que inventaba la música, ésta
se utilizaba como elemento innovador,
no como una máquina creadora
de sonidos repetitivos. Quizás
dentro de 100 años, el dance,
el clubbing, el sonido máquina...
sean dinosaurios que hagan llorar a
quienes aún no han nacido.