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SARASATE Y MALIKIAN: DOS VIRTUOSOS DEL VIOLÍN
("Música para la puesta de sol". Homenaje a Sarasate. Ara Malikian.
Plaza de Oriente, Madrid.
04 de julio de 2008)

J. G.
(Madrid, España)

Ara Malikian

Las tardes de Madrid se visten de largo informal durante los meses de julio y agosto. El ciclo “Veranos de la Villa” vuelve a dar la bienvenida a la música clásica. El violín del libanés Ara Malikian se ha encargado da abrir “Música para la puesta de sol”: la cita a la que los amantes de la música docta acuden cada año. En cada edición crece el número de interesados por este arte que ha dejado de ser elitista, para convertirse en popular. Ara Malikian se ha convertido en figura indispensable del cartel madrileño. Es la tercera vez que visita nuestras “puestas de sol”.

En 2006 nos sorprendió con un breve pero intenso concierto sobre obras de Mozart, del que sobresalió la "Serenata para cuerdas en Sol mayor “Eine Kleine Nacht Musik” de Mozart. Fue una bacanal sonora. En la siguiente edición presentó el trabajo “Viejos aires” junto a las composiciones del argentino Fernando Egozcue. Conmemorando el primer centenario de la muerte de Martín Melitón Sarasate y Navascués, Pablo Sarasate, Ara Malikian homenajeó al maestro español junto a su Ensemble Malikian paseando si violín ante una selección de sus obras.

Al hablar del violín nos vienen a la mente nombres como Stradivarius, Niccolò Paganini, Sarasate y Ara Malikian, el virtuoso más reciente y prolífico que ha dado el mundo de la cuerda. El primer concierto que ofreció Sarasate tuvo lugar en La Coruña a la temprana edad de siete años. Malikian ofreció su primer concierto importante con doce. A los quince se convirtió len el alumno más joven  admitido en el centro superior de estudios musicales “Hochschule für Musik und Theater Hannover”.

Malikian es un ciudadano más de Madrid y un músico adoptado por esta urbe.

La Plaza de Oriente era un hervidero de fervor musical. Sarasate fue, además de músico, investigador de las culturas en general. Y de su folclore en particular, como lo demuestra la “Introducción y Tarantela Op 43” con la que Malikian abrió este concierto. Siempre dentro de sus raíces mediterráneas. La tarantela es un balie proveniente del sur de Italia, nación a la que Sarasate también vinculó su producción musical. El galanteo amoroso al que invita esta música se veía entre las cuerdas y el arco de Malikian que se besaban con frenesí.

Si ya de por sí el músico libanés es un pistolero del violín, la tarantela, ejecutada al compás 3/8 o 6/8, es una música muy rápida. Alegre. Como la sonrisa que exhibía ante los aplausos del público madrileño. Humildad. Todo era un estallido de notas coloristas bailando sobre un pentagrama invisible. Un juego para Malikian, una maravilla para el público. El ambiente folclórico se vio mezclado con la pasión en “Aires Bohemios Op 20”.

La música de Sarasate es complicada por la rapidez de sus composiciones. Es saltarina. El tiempo para la calma se produjo en el epicentro del concierto con el “Capricho Vasco Op 24”. Se vuelve a ver reflejado el interés de Sarasate por el folclore y más concretamente por las tierras del norte español. El amor hacia su tierra navarra se respira por doquier. Este capricho está compuesto a modo de zortziko vasco (u octava, según la traducción al castellano) con una particularidad. El zortziko lleva el compás de 5 por 8 mientras que Sarasate compuso su “Capricho Vasco” en 3 por 4. Malikian la interpretó, no sabemos si con permiso de Sarasate, bajo el registro de 5 por 8. Fuego en el cuerpo.

Después del terremoto llega la calma. Ocurrió cuando la guitarra de Juan Francisco Padilla se midió cara a cara con el violín de Malikian bajo la interpretación de “Playera”. Un dueto impresionante. El sentimiento y la belleza se palpaban. Fue el tema más dulce, y hermoso al mismo tiempo, interpretado. Esa mirada entre guitarra y violín, el coqueteo de sus notas y la complicidad de ambos artistas hicieron más grande la composición de Sarasate. El “Zapaeado Op 23” y la “Jota Navarra” nos devolvieron al Sarasate más campechano, de nuevo interesado en el folclore de su tierra. Festivo.

La música es matemática, geometría. Es orden y también lleva implícita algo de improvisación. A diferencia de la sonata o la fuga, dos formas musicales de estructura rígida, la Fantasía se presenta como un elemento musical que ofrece mayor libertad en su interpretación. Sarasate plasmó esta expresividad en la “Fantasía de Carmen Op 25”, de la obra de Bizet. Los aire gitanos y folclóricos siguen estando presentes en la obra de Bizet, que se funden a la perfección con el arco de Malikian y la adaptación de Sarasate. El viento le jugó una mala pasada al violonchelo al trastocarle el orden de la partitura. Malikian se giró hacia el público y dijo:
-“Carmen aún no ha muerto”.
Un ejemplo del humor característico de este violinista que será recordado como un clásico más junto a los grandes.

 

J. G.

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