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ABBAMANIA
("Abba The Show". Plaza de La Música. Playa de Las Canteras,
Las Palmas de Gran Canaria. 01 de enero de 2009)

J. G.
(Madrid, España)

ABBA The Show

La moda de revivir a las glorias musicales se ha convertido en un mercado alcista, como lo es el de los conciertos pop, para atraer la atención del público. El sostén de este caramelo es un montaje escénico espectacular, rodeado de coreografías adaptadas a la estética y sintonía actuales. Esta labor de recopilación histórica implica mérito y riesgo. Es más fácil sentar el poso de un nuevo estilo que igualar, ya no superar, el de un grupo consolidado. 2008 se despidió con música campanil y doce uvas junto a las canciones de los suecos ABBA en playas canarias. Los recuerdos avivaron la llama de la ilusión para un año mejor.

Alguien dirá que están más vistos que el tebeo, pero las canciones de ABBA siguen generando la misma expectación ahora que hace treinta años, cuando se dieren a conocer internacionalmente con la eurovisiva “Waterloo”. ABBA es el grupo más representativo de la música sueca, y del pop europeo, en estos treinta años. ABBA huele a musical, a Eurovisión. A éxito.

Tomarse las uvas en Canarias este año cuenta con un aliciente, la música de ABBA. La Playa de Las Canteras se convirtió en una enorme barbacoa musical cuyo menú fueron las canciones de los suecos en “ABBA The Show”. Esta verbena playera no necesitó de aditamentos para alcanzar el efectismo. El escenario fue una estructura austera definida por luces modestas.
Música a ritmo de campanadas con cohetes en la calle. Suena “Dancin' Queen”. Recuerdos de verano, Ibiza, puestas de sol, aire hippie, Love Boat.
Música a ritmo de olas y uvas navideñas.

Las canciones de ABBA estuvieron escoltadas por la batuta del director Matthew Freeman incorporando músicos de la Orquesta Sinfónica Nacional de Londres junto a los suecos Waterloo, banda tributo, rayando el límite de lo correcto, sin la chispa de ABBA. El trabajo de dirección de Freeman otorgó al espectáculo un punto de pop revival. Las composiciones de Göran Bror Benny Andersson y Björn Ulvaneus engordaron su potencia con la sección de cuerda. Saxofones, flautas, violines, chelos, guitarras eléctricas, órganos Yamahas, Korg: una macedonia musical. El sonido exquisito de Ulf Andersson al saxo trajo a la memoria el tonelaje artístico de Clarence Clemonce. Saxo, ritmo y rock. Se dejó caer por allí otro histórico de la banda, el batería Roger Palm.

La hoguera se encendió con “Mamma Mia!”, hacedora de un clima pre-amoroso, divertido. El cosquilleo recorre la tripa cada vez que sus notas suenan, recordando años más felices, menos responsables. La vida era más despreocupada en las formas, más hormonal. ABBA representa a una generación de música fresca, de minifaldas.

Camilla Hedren, en el papel de Agnetha Åse Fältskog, la rubia platino, deslumbró con su parecido físico a la soprano. Su larga melena era una estela de luz: un rubio ario y luminosos para una noche llena de focos. Su cara, tenía la misma dulzura.
Katarina Nord, representó el enigma de la madurez rodada y desengañada. Un rostro duro y rugoso disimulado por el maquillaje. La música de "Abba the Show" estaba obligada a llevar impronta eurovisiva. Las canciones de ABBA nos hicieron recordar a Eurovisión en sus mejores tiempos, cuando todavía existía la ilusión por vivir la música. Aún está presente la voz de Katie Boyle desde el londinense Royal Albert Hall en 1969: “Spain: six points”, dando el triunfo a Masiel y su “La,la,la”. El 6 de abril de 1974, desde Brighton, Katie Boyle como niña de San Ildefonso otra vez, llevó la victoria hasta Suecia con su grupo y “Waterloo”.

El ritmo en las canciones se antojó demasiado rápido para mis oídos, acostumbrados a las cadencias de los olmienses. Las canciones se sucedieron como un medley sólo interrumpido por los aplausos del público. Semejaban uvas que, una a una, iban cayendo del racimo del Tiempo. 2008 estaba muriendo y a punto de nacer 2009. El público participó repitiendo los estribillos más conocidos.

Katarina y Camila recordaban a dos vestales helenas custodiando el templo de una música inmortal. El templo de ABBA. Las voces femeninas no pudieron alcanzar la complicidad de las originales, ni mucho menos su aire sexy y juguetón. Se echó de menos la pugna pacífica entre la madurez morena de Frida y la sonrisa quinceañera de Agnetha Fältskog. Un duelo jugoso y escénico, característico de la banda. Lo dieron todo y lo tuvieron todo: botas altas doradas, intergalácticas, mucho rímel y carnes sobradas. No encontré la mirada de Agnetha, su chispita; ni la seguridad de Frida, esa que buscas en tu ideal de mujer. Ambas hicieron revivir a los años setenta.

El cielo estrellado que presenció el concierto se combinó con las estrellas comunitarias del decorado. Se acerca el fin de año insular, la Península ya ha vivido sesenta minutos del 2009. “S.O.S.”. Las voces masculinas se perdieron entre el magnetismo de Camilla Hedren y su melena blonda. Ésta y Agnetha llevaron la batuta vocal del concierto. Sus compañeros, elementos de figuración, fueron un cruce entre Skywalker en La Guerra de Las Galaxias y el prota de High School. Las incursiones del teclado, necesarias prácticamente en todas las composiciones de ABBA, imaginaban una presencia surrealista: Mozart acoplado a un órgano Yamaha.

Los temas de ABBA marcaron tendencia durante la época de Aplauso, el musical que entre los años setenta y ochenta congregaba a la juventud ante seiscientas veinticinco líneas los sábados por la tarde. Aquellos que hoy son altos cargos en empresas importantes o mileuristas de a pie. Fue una época de transición política. Eran tiempos de ilusión, de pensar en ser estrella, de soñar sin necesidad de amarillismo mediático. A muchos se nos encogió el corazón al escuchar por primera vez en directo “Chiquitita”.

El espíritu de ABBA se fue desvaneciendo para quedar en un intento de copia pirateada. Los solos que arrancó el bajo Lasse Wellander, otro original del grupo, no pudieron domar la rabia de su guitarra eléctrica, roquera y loca. “Abba The Show” discurrió por una carretera ondulada, alternando la emoción con la monotonía y rapidez instrumental. No se olvidaron himnos como “The Winner Takes It All” o ”Take A Chance On Me”. Los nostálgicos echaron de menos “Under Attack” y los más puristas, el instrumental “Arrival”. Los sonidos de ABBA acariciaron la brisa de la playa con una flauta mágica en ”Fernando”.

Las canciones emocionaron por su musicalidad y sus recuerdos, no tanto por la interpretación del grupo Waterloo. Katarina y Camila contaron con un acompañamiento de lujo, Matthew Freeman y la Sinfónica de Londres, pero no fue suficiente para rozar el glamour que desprendía ABBA. Sus canciones fueron una buena forma de comenzar el año: dando gracias a la música.
Mientras, algún surfero se paseaba entre las aguas tranquilas de la Playa de Las Canteras al ritmo de ABBA. Mamma Mia.

 

 

J. G.

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