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JUGLARES DEL FOLK METÁLICO
(Ultreia. Adelanto de "Sacred Earth". Pub Hebe, Vallecas, Madrid.
15 de enero de 2009)

J. G.
(Madrid, España)

Juan Revenga, guitarra de Ultreia

Si has realizado el Camino de Santiago, las ampollas llenaban tus pies y la fatiga tu mente, en alguna ocasión te habrán dicho ¡Ultreia! En la tradición jacobea, es el saludo entre los peregrinos que recorren esta ruta. También es el nombre de una formación madrileña que practica el metal-folk, de fusión etno-musical.

El folk es un estilo musical envuelto en la leyenda, unido a la tierra, el sol, la luna, un pueblo y su cultura. El folk metal o metal folk de Ultreia, el orden de factores no altera el producto, encuentra sus orígenes en estas tradiciones épicas, donde el clarinete o la gaita se mezclan con lo eléctrico.
La sangre folk española se está regenerando, Ultreia lo confirma. Su música reivindica el derecho a tener imaginación. Su bautismo discográfico: “Sacred Earth”.

La banda madrileña eligió el Pub Hebe, en el barrio de Vallecas, para presentar los temas del disco: garito legendario, escondido en el corazón de una vecindad caracterizada por su espíritu roquero y soñador. El pulmón de la movida vallecana. Heavy Metal y de Rock Urbano.

La Harley de los años cuarenta seguía inmóvil en su pedestal, junto a la pared deslucida. Sobre el asiento, un fósil femenino esperaba a su príncipe azul con la cazadora desastrada y un colorete evaporado por el tiempo. Fue la mirona marginada y silenciosa del concierto. En la comuna social llamada Hebe, el tiempo se detenía. Abierto hasta el amanecer. Barón Rojo, Bloque, Obús, Topo, Caskarrabias. Un balón de oxígeno roquero.
Música en el corazón de Vallecas.

Ultreia exhibió su versión particular de la nota bien puntuada, de las guitarras afiladas y el aire folk de David, alternando entre gaita y flauta. La mirada de Charo se clavó en un público disperso.
Las pantallas de plasma que, como ojos de gran hermano, vigilaban el interior de la sala, ponían el contrapunto a un garito con olor a gruta, revolución y rock. Esta mareante fragancia se esparcía entre la gente del local llegando a masticarse.
El acento medieval de “Numancia” o “Dreams of God” cantaba historias narradas por trovadores callejeros. Cuentacuentos que con sus bolos alimentan el estómago y la ilusión de sacar adelante sus canciones.

La música de Ultreia describió un paseo por paisajes vikingos, aldeas boscosas, noches de luna llena y aullidos de lobo. Mitología e historia en canciones como “Ultreia”, “Wolf” o “Sísifo”. La música del grupo madrileño sonó alegre y desgarrada, cantaron a la oscuridad y al amanecer. “Tercer Mundo” significó su contribución solidaria a la injusticia que se está convirtiendo en norma social; de balada pasó al folk metálico, ácido y acusador. No se taparon la boca. La suavidad del comienzo terminó escupiendo truenos al ritmo de gaita y batería.
¡Ordas de ejércitos avanzaron entre la niebla de Vallecas! Un cántico de guerra, los prolegómenos de otro Bravehearth.
Ultreia no fue sólo belleza, también furia y oscuridad. Ritmo pegadizo.

La acústica de la sala estuvo desafortunada, ahogando la voz de Charo en un hueco negro. Sin fuerza escénica, se hizo sentir frágil, poco convincente. Una intensidad gestual mayor hubiera redondeado su conjuro. En todo momento se escuchó una música sostenida por la guitarra de Juan Revenga, gigante de estatura y en su medida escénica.

Ultreia dio un concierto de folk-metal juglaresco, sencillo y entretenido. Las canciones no cansaron, acaso la gaita, que se hizo demasiado repetitiva. La flauta de David o las baquetas de Dani cerraron su conjunción musical. Hay que criticar en gran medida la actitud del público frente a Charo. Mientras la vocalista se detuvo en explicar cada una de las canciones, el respetable permaneció ausente, envuelto en nubes de humo y ruido.
El concierto se cerró con el clásico de Neil Young, “Rockin' in the Free World”, incorporando como novedad la flauta. Otra batallita para contar a los nietos.

"Ultre ia Et Sus eia!" ("¡Vamos más allá y vamos más arriba!")

 

 

J. G.

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