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EL SONIDO DE UNA VOZ ANGUSTIADA
(PORTISHEAD, telonearon Thought Forms
Primera visita del grupo de británico a Madrid
Sala Palacio de los Deportes de la C.A.M., 18-julio-2014)

J. G.
(Madrid, España)

Beth Gibbons, Portishead

Lo que para muchos seguidores de Portishead era un sueño, se ha convertido en realidad. La llegada del grupo británico a Madrid estuvo envuelta por la emoción y los bolsillos tiesos después de varios días con bolos interesantes (Rolling Stones, The Sonics o Eels). Bristol y su sonido hipnótico pasearon por la capital el estandarte levantado gracias a Massive Attack o Tricky. El público jugó al despiste en la apertura del madrileño Palacio de los Deportes. El calor que ahoga Madrid durante estos días, no registraba la afluencia esperada para este evento. Como si de hormigas se trataran, descuidada la vista unos segundos, se observó que la pequeña congregación inicial se reprodujo en las proporciones que dicha acontecimiento merecía. El interés despertado por Portishead cobró el empaque esperado.
La sombra del cuarteto británico apareció con los teloneros. El garaje rock y la angustia experimental de Through Forms dialogaron con su oscuridad. Detrás de la estela sombría que dejaron se encuentra Geof Barrow, parte de Portishead.
La música jugó con las sombras en la creación. Charlie Romijn, Deej Dhariwal y Guy Metcalfe regalaron al público una performance llena de sonoridad creativa. Envueltos en la penumbra de un sonido tenebrista, se mostraron entusiastas del pedal. Deej Dhariwal aullaba contra un micrófono situado en una posición poco ortodoxa, casi a ras del suelo. Su música fue sorpresiva y, en ocasiones, la interpretación distrajo los sonidos. Defendieron esta negrura con graciosa integridad. Charlie Romijn, a la guitarra, aportó un toque ecológico a canciones con chispa eléctrica y alternativa.

La psicodelia turbadora de Thougth Forms abrió las puertas a un viaje de dimensiones galácticas con los sonidos de Portishead. A caballo entre el trip hop y algo de Kraftwerk, Beth Gibbons brilló gracias al poder una banda vigilada desde los teclados y la producción por el incombustible Geoff Barrow. Un talento que sabe adaptarse a los estilos musicales sin alejarse de su intimidad vocal.
La tecnología mimimizó el protagonismo estelar de Beth sin apagar su brillo, dentro de una austeridad escénica elogiable. Portishead dio una lección de cómo austeridad e innovacion se pueden convertir en buenas aliadas a la hora de ofrecer un producto perfecto. Una máquina que respondió a un engranaje milimetrado y limpio

Los años han castigado a esta heroína que transporta la melancolía pegada al cigarro. La tristeza en su rostro encontró la justificación en el ensimismamiento de una interpretación que respondía a un formato acústico lleno de intimidad. Interprertar una canción para Portishead conlleva tantos riesgos como escribirla, en ambos casos se asiste a un parto tan doloroso como feliz. Es una confluencia de fragilidad, miedos, desgarros y emociones compartidas. El concierto venía con la característica del formato reducido, alejado del diseño para grandes giras. El sonido de Portishead respetó el espíritu de una música que abre espacios a la melancolía aunque luego se funda con el electro más impulsivo. Su voz, disparada en forma de eco delicado y lloroso, se convirtió en amante de un micrófono que sorbía embelesado la intensidad de cada estrofa. Se apegaba a él como un náufrago aferrándose a su tabla salvavidas, haciendo de sus canciones la vela que impulsaba este barco improvisado sobre mares de oleaje trip hop y rock experimental, siempre alternativos. Un hormiguillo recorría el cuerpo mientras Beth susurraba "give me a reason to love you". Beth Gibbons es una artista con seducción multitudinaria cuyas canciones se convierten en deseo colectivo de fantasias particulares.

Portishead fueron fieles en el desarrollo de un concierto sin altibajos. Un modelo de exactitud suiza con aire retrofuturista y recuerdos a trabajos modélicos. "Dummy" (1994), "Portishead" (1997) y el inolvidable "Third" (2008) sonaron en un directo rejuvenecedor. Su música se saboreó con el oído, dejando para otro momento el desparrame de movimientos convulsivos. El suspiro acogido en "Mysterons" atrajo los efectos de una iluminación destinada al placer de los sentidos. Unanimidad. La desnudez vocal de "Wandering Stars" dio paso a una dinámica más electrónica, compañera de viaje hasta el final de un concierto irrepetible. "Machine Gun" fue un homenaje al ritmo Kraftwerk de estallido afilado, acompañada por la parte visual más potente del concierto, con mensajes de denuncia contra un presente caótico. Apocalíptico.

La aceptación cosechada en el concierto no disimuló que Beth Gibbons, pese a su perfeccionismo (o debido a él) sonara plana; algo distante frente a una audiencia a la que no dedicó ningún gesto de complicidad. La primera parada de Portishead en Madrid, tras veinte años de carrera, revisitando sus grandes temas, satisfizo a entusiastas respetuosos dentro del disfrute pacífico. Portishead triunfaron sin grandes estridencias. Navegaron cómodos entre una música que invitó a dejarse llevar con los ojos cerrados. Supieron guiar al auditorio entre canciones que despertaban añoranza por viejos tiempos e invitaban a degustarla entre danzas internas y algún mimo silencioso. Así son Porthishead, particulares.

 

 

J. G.

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