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KISS: EL ESPECTÁCULO DEL ROCK AND ROLL
(The Dead Daisies + KISS
"40th Anniversary Tour"
Sala Barclaycard Center, 22-junio-2015)

J. G.
(Madrid, España)

KISS

El tiempo no parece hacer mella en el cuarteto KISS. Sus canciones han ganado la batalla al tiempo y se corean con la misma intensidad que el primer día. Fue en los años 70 cuando esta banda de Heavy Metal incendió la escena mundial roquera. Desde hace cuarenta años hasta hoy, 2015, siguen levantando pasiones con la misma intensidad inicial allá donde se posan. El público español es un fiel seguidor de su música y 40 años parecen pocos para el mega grupo. Cuatro décadas que sirven para ratificar una existencia que consolida su triunfo en la cima del rock enérgico. KISS es sinónimo de potencia musical incombustible: un activo intemporal que, época tras época, cosecha seguidores. En 2010 se pasearon por Madrid, tocando en este mismo recinto, ahora cambiado de nombre. El placer de escuchar y ver a una banda mítica se sustituyó por lo novedoso que podía deparar este espectáculo. La descarga kissera funcionó con una mecánica de perfecta relojería: llena de rock y sudor. Son los roqueros por antonomasia, los cara pintada que no pasan de moda, los polémicos y efectivos KISS.

Según nos acercamos al rebautizado Barclaycard Center, un padre alecciona musicalmente a su hijo impulsado el carrito de ruedas.
-Se llaman KISS: K I S S: la mayor banda de rock de todos los tiempos.
Así explicaba este padrazo entusiasmado, ausente de su emocionada lección, la importancia del acontecimiento. El hombretón se convirtió en niño durante unos segundos mientras su vástago, sentado en el cochecito, disfrutaba del espectáculo exterior. La Plaza de Felipe II parecía un baile de disfraces. Los seguidores de la banda neoyorquina se habían convertido en plagios maquillados, enfrascados en la mitomanía de la adoración incondicional. Todos eran Paul Stanley , Gene Simmons, Eric Singer o Tommy Thayer mientras cada uno llevaba a su KISS interno. Levantan pasiones allá donde van: el escenario que pisan se convierte en un volcán y dejan el recuerdo eufórico de su paso por él. Son una brizna de exultante rock and roll, lleno de fuego y estruendo. KISS fueron apabullantes a su paso por Madrid, con Paul Stanley como director de orquesta, manejando los hilos que conectaban las canciones con la audiencia. Se comportó como auténtico maestro de ceremonias en un estudiado show lleno de juegos escénicos. Porque KISS son, después de su música, espectáculo. La gente estaba dispuesta a disfrutar con él; no se conformó con escuchar de nuevo sus canciones; quería fundirse en ellas; formar parte de este circo musical y sentirse también protagonista.

En el interior del Barclaycard Center, mezclado en este ambiente entusiástico, la espera se hacía nerviosa. La expectación dejó de ser angustiosa para público y fotógrafos tras el apagón de luces inicial y la consiguiente sacudida pirotécnica. Los primeros acordes de “Good Times, Bad Times” significaron el pistoletazo de salida a esta celebración (40 años pasan rápido mirando hacia atrás pero KISS los mantiene jóvenes). La canción de Led Zeppelin suena entre colorido azulado, como dispuesta a encender la mecha que activaría esta bomba. Y así fue... KISS no estaba dispuesto a hacer concesiones. La fiesta sonora comenzaba y el frenesí acaparó el escenario. Metidos en harina, la descarga continuó bajo los pellizcos de “Deuce”, otro clásico perteneciente a su primer álbum homónimo. ¿Y qué no suena a clásico en la música de KISS? El sonido se convirtió en estruendo, las palabras de Staley en consignas de rebeldía musical. La canciones sonaron entre lenguas de fuego convertidas en apoyo logístico durante casi todo el concierto. La palabra KISS, presidiendo el escenario como un cartel luminoso, (recordando a los años 70) tenía la clara intención de marcar identidad.

Las canciones iban desfilando como ametralladoras incansables, portadoras de un fuego desafiante gracias a guitarras convertidas en cañones. KISS puede no gustar por su estrafalaria vestimenta, incluso resultar decadente, pero hay que reconocer que detrás de ellos existe todo un tejido técnico impresionante. Son un espectáculo en vivo vestidos con sus trajes siderales y vampíricos. Se mueven con la soltura de una bailarina sobre zapatos de plataforma que ponen los pelos de punta. Incluso se atreven a realizar posados contorsionistas para los fotógrafos. Digno de ver.

El sonido limpio se fue convirtiendo en saturación de baterías hasta que la claridad vocal resultó confusa, originándose una orgía de destrucción roquera propia de KISS. Pero lo hicieron bien, mantuvieron el tipo y en ningún momento aparecieron amagos de debilidad. Al revés, se crecieron dentro de una treatralidad estudiada mientras la iluminación juguetona y fuegos artificiales acompañaron a la banda a lo largo del concierto. El rojo fuego inundó el pabellón durante la mayor parte del concierto, trasformándose en el fuego sagrado de unas canciones convertidas en himnos. Se sucedieron grandes temas como “Calling Dr. Love”, “Creatures Of The Night”, “Do You Love Me”. La entrega del grupo fue total. “Lick it Up” desató uno de los momentos explosivos de la noche. La vampírica presencia de Gene Simmons comenzó a vomitar sangre en un gesto de macabra seducción: el desafío del hombre murciélago y su lengua inconfundible.

Tema tras tema, lo minutos se consumían con una entrega intensa. Esta memorable velada se cerró con “Shout I Out Loud”, “I Was Made For Lovin’ You” y el himno “Rock And Roll All Nite” mientras el público se bañaba en confeti a ritmo de un rock and roll histórico. Sin que la emoción embargara al roquero primerizo, KISS son espectáculo que no muere con el paso de las décadas.

 

 

J. G.

La revista Photomusik no se hace responsable de las opiniones de sus colaboradores expuestas en esta sección.
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