Los nombres artísticos siempre esconden un enigma. A veces, nacidos bajo el abrigo de una intencionalidad comercial, también responden al deseo del artista por construir un símbolo identificativo de su arte. La música de CALLmeKAT, bajo quien se esconde Katrine Ottosen, es tan frágil como su figura. Unos ojos vivarachos y sonrisa agradable, personifican canciones que, al escucharlas, suenan a electrónica de gourmet envuelta en una voz melódica.
Esta nueva edición del festival Días Nórdicos ha apostado por ella en un formato íntimo, donde el alma de la artista se encontraba en conexión con la del público. Una da y otros reciben: todos se enriquecen. El espíritu de su fugaz paso por Madrid fue delicado, demostrando una sobriedad electrónica que sabe combinar con la dulzura de su voz.
El amor y la muerte navegan juntos, sin reñir, lanzándose miradas en su coqueteo particular. Las canciones de CALLmeKAT son sencillas: huye de la complicación textual para instalarse en una rapidez armoniosa que se deleita saboreando el minutaje preciso. Han surgido entre largas esperas en los aeropuertos como “Bug In A Web”, envueltas en la suavidad de una voz privilegiada. Favorecen el acercamiento, cuentan sentimientos cotidianos salidos del corazón. Su directo trasmite serenidad a una música electrónica llena de ternura que, a toda costa, escapa de lo comercial. Paz, fragilidad, sencillez, pulcritud, cercanía y belleza perfilan los temas de una creadora como la copa de un pino. Terapia musical. Entre esa sonrisa cautivadora, y el poder de su mirada humilde, se dejó ver una estética vintage atractiva.
Como si se tratara de otra Ofelia de Millais, CALLmeKAT se deja llevar por la interpretación calmada del tiempo entre gotas de electrónica romántica y deliciosamente pop. Exquisita y personal.