Azul y negro no son sólo dos colores, ni la metáfora de dos estados de ánimo, ni dos caras del cielo. Azul y Negro, con mayúscula, son historia musical española: un nombre que, a pesar de los años, sigue vivo en nuestra riqueza sonora. Este dúo, cultivado en el tecno-pop, fue el padre de la música electrónica nacional, tan frenética como revolucionaria, con tantos seguidores como detractores. Carlos García-Vaso ha sido el corazón de esta agrupación musical: primero, siendo compañero de Joaquín Montoya, hasta principios de 1993 (cuando éste decidió abandonar el dúo), y con Carlos López Leal como nuevo compañero por pasajes atmosféricos.
Treinta y cinco años después de que la fama se fijara en ellos, y su música se convirtiera en la banda sonora de la Vuelta Ciclista a España durante 1982 ,1983 y 1993, de las pistas de baile y los discos, (cuando aún existía la magia del vinilo), Azul y Negro surge remasterizado, con el mismo entusiasmo que en su primera época dorada, al pie del cañón en los teclados. ¿Quien no recuerda la sintonía que puso ritmo al pedaleo de Ángel Arroyo, Marino Lejarreta, Julián Gorospe, Bernard Hinault o Laudelino Cubino? El matrimonio entre este acontecimiento deportivo y el sello musical impreso por Azul y Negro se ha convertido, con el tiempo, en pieza única. El momento más explosivo del concierto, convertido en delirio tecno, se produjo bajo los compases de “Me estoy volviendo loco”. El corazón latió en complicidad con la pasión de unos momentos emocionantes e indescriptibles.
Su sonido fue amigo del pop electrónico ejercitado por Aviador Dro. Azul y Negro llenaron de luz la sala El Sol; rejuvenecieron recuerdos en un concierto reducido, sin grandes intenciones y con la necesidad, otra vez, de presentarse al público, certificando que no están muertos. Su música, compañera del tiempo, emparentó nuevos aires con el momento nostálgico, ineludible y mágico. El nuevo proyecto de Carlos García-Vaso ha regresado para decir que sigue vivo.
La sombra de Tino Casal se paseó por la sala, entre guiños visuales que recordaron al VHS, con el garbo que caracterizaba a un alma de la Movida Madrileña. La presentación de “Dicromo (1981-1986)” fue un tributo a aquellos años de frenesí electrónico español, cuando las normas las dictaban la imaginación y el amor por los sonidos que algunos consideraron artificiales y que, para otros, eran organismos autónomos en cada cambio de ritmo. El nuevo Azul y Negro viene para quedarse; para recordar, también; pero, sobre todo, para revitalizar la magia con su sonido atemporal. Desplegaron un concierto intenso, vibrante, cercano, sin pausa, emotivo; donde la música fue la protagonista.
La fiesta continuó entre máscaras feroces, gafas futuristas, aliens enmascarados y caretas de maniquíes metálicos pertenecientes a estatuas de un jardín biónico. Este ambiente de pasado y futuro, de recuerdo y regreso, de color y emoción, estuvo aderezado con proyecciones de sus años mozos, a pelo: de música con corazón. Azul y Negro han vuelto para quedarse.