Ser telonero de una figura con el poso de Ebbot Lundberg, además de orgullo, implica una responsabilidad grande. Si, además, unimos la presentación de un disco y la reunión de una banda como The Indigo Children, la presión es mayor todavía. Los madrileños Pasavento palparon la magia que se respiraba en El Sol, donde lo siniestro planeó como sombra de la luminaria sueca. Ebbot es una leyenda dentro de la mitología musical del rock potente e intemporal. Se apagan las luces y la música suena con intermitencia atronadora. Para el quinteto que lidera Ignacio Quintero, este concierto fue una experiencia atesorada como irrepetible en su currículum. A partir de hoy, pueden contar con el honor de haber calentado motores para uno de los grandes de la escena inclasificable que recoge Garaje, Psicodelia, Rock y sonido experimental. Su música se movió por el rock champán que defiende el castellano como lengua expresiva. Las letras, sin denostar el papel de la diversión, guardan mensaje. Pasavento forma parte de esa hornada de bandas que se bate el cobre en el escenario, cuya juventud les dota de una energía positiva que engancha y no se olvida.
Cuando Ebbot Lundberg abandonó The Soundtack of Our Lives, el rock alternativo sufrió un duró varapalo del que le costo recuperarse. Ebbot ha sido el corazón de una banda seminal en la música pro activa, siempre buscando nuevos caminos expresivos. La posibilidad de encontrarse con una figura carismática hizo que, hoy, la sala El Sol respirara el aire expectante que esconde ver algo nuevo. Ebbot Lundberg conquistó el escenario nada más pisarlo: enfundado en un vestido negro que daba un ambiente de secta religiosa. Expectacion al máximo y descarga musical preparada. Y este icono de la cultura oscura no falló. Tan subversivo y underground como siempre, aportó la magia de canciones estelares sobre un lienzo cósmico que unió la psicodelia con un rock astral inconfundible. Estuvo inconfundible e incombustible, apoyado por una banda que supo seguir el paso marcado por su voz cavernosa; juguetón con público e instrumentos, convirtiendo los anillos de la pandereta en monóculos; divertido y amigable. El sueco demostró dotes como hombre espectáculo adquiridas en su paso televisivo por los programas de David Letterman, Jools Holland, Jay Leno o Conan O’Brien.
The Indigo Children poseen la habilidad de estar ahí sin resultar molestos sino necesarios dentro de lo prescindible. Fueron el buque escolta de un gigante del rock internacional que no paró de cantar. Junto a Ebbot Lundberg colonizaron la sala con su aura galáctica, emblema del rock que sabe a sentimiento, capaz de erizar la piel de los cuerpos terrenales.
