El concierto de los bostonianos A Band Called E, a pesar de celebrase en lunes, se convirtió en una fiesta con espíritu de sábado. La energía de Thalia Zedek, en forma de guitarra afilada, bombardeó metralla musical junto a unos compañeros de lujo: Jason Sanford (Neptune) y su incombustible batería y el toque metálico de Gavin McCarthy (Karate). Un auténtico calambrazo desde “Regatta”, su primera canción hasta que “Great Light” se encargó de poner la última nota a este rugido musical batallador. Uno tras otro, desfilaron himnos de Power Pop escalofriante que no dieron pie al descanso. La música penetró en el cerebro con fuerza insistente, silbando una melodía cinematográfica que recordaba al cineasta neoyorquino Matt Reeves.
-Let me in, ¡Déjame entrar! Agradable y penetrante.
La mecánica del rock es distinta en este grupo, cargado de planteamientos industriales, debido a un sonido altamente galvánico. Su música, llena de corrientes eléctricas, abrió los poros a sensaciones impactantes mientras canciones explosivas detonaron en un universo de fuerza. A Band Called E es guitarra por antonomasia, una voz imponente y esa batería a la que resulta imposible acallar el ritmo satánico. Su energía jamás acusó el desgaste lógico de tanto ímpetu sino que el vigor progresivo de cada canción superó a la anterior. El énfasis en el ritmo creó un sonido dinámico, alternando el poder instrumental con al apoyo vocal. Los integrantes del trío controlan sus instrumentos, no se les escapa nada, los exprimen hasta la última nota; y, además, son capaces de dejar un sitio para la improvisación. Las voces se entremezclaron en un universo de emociones; los instrumentos cantaron un lenguaje propio. Unas y otros, respetuosos, funcionaron con la misma fuerza.
Gavin expulsó toda su energía vocal en la canción “Candidate”, proyectando la potencia de una batería elástica sobre la melodía, con dosis de poderío experimental cercano al Hardcore. Fue el momento cumbre de un concierto antagónico, vestido con sendos trajes de tranquilidad y contundencia. La música de A Band Called E sabe llegar al corazón sin asustarlo. El timbre de Thalia Zedek sonó melódico sobre un lago en constante oleaje. El scrap metal de Jason Sanford se aferró a su guitarra construida con materiales reutilizables, esculpiendo sonidos underground límpidos. Cada miembro aporta su personalidad musical al espectáculo para transformarlo en supernova de textura eléctrica. A Band Called E, cargado de dinamita hasta las cejas, es sinónimo de Energía, Entusiasmo, una Explosión amplificada, ese Empuje electrostático que deja huella.