El ambiente que ocupó esta velada en la sala Caracol se movió entre industrial y cavernario. Fue un isla más vacía que llena, donde el entusiasmo revoloteó sobre un público perezoso y receptivo ante una música minoritaria. El ambiente, decorado por sonidos poco convencionales, tuvo un sabor electrónico, indiferente y sinuoso.
Los madrileños VVV [Triping You] (Meursault, Karènine y Adrian Bremner) impusieron su coldwave minimalista, convirtiendo cada canción en un bombardeo melódico salido de tinieblas urbanas. Su música se envolvió en texturas de laboratorio a ritmo de loops metálicos, siempre atrayentes. Se escuchó mucho de Kraftwerk, y la voz de Meursault recordó a la movida neo romántica. La mirada opaca que salía de sus ojos desprendió una soledad introvertida y fría. Su semblante aburrido y serio copaba el escenario, alejado del público, cantando para el solo letras de mensaje abstracto, guillotinado por textos impersonales. Sin embargo, el aparataje electrónico imprimió notas de frescura que recordaron a un tecno profundo. La salsa de las canciones de VVV se basa en bucles enérgicos de Karènine, rodeada por la imagen de hacker introvertida controlando el alma de esta música diabólica. El acompañamiento de una buena guitarra, siempre eléctrica y punzante, guerrera hasta el final, también empujó a estos teloneros con aristas rocosas.
Después de esta actuación extraña, Tropic of Cancer sacó lo mejor de su música haciendo de la penumbra la luz de su presencia. Llenó el escenario con sonidos atmosféricos; fue cómplice de contraluces atractivos para la fotografía. Las canciones, como polifonía de un templo sin dioses religiosos, invitaron a la tranquilidad gracias al sonido orgánico. El proyecto en solitario de Camella Lobo comenzó con gotas oscuras, en una linea más armónica que VVV, en los que la voz de la teclista californiana (acompañada por Taylor Burch) apenas se sintió entre una electrónica sísmica y envolvente, con sabor a profundidad cósmica.
La melancolía inicial fue decantándose por derroteros más alegres y rítmicos, siempre manteniendo ese aire de agujero psicodélico persistente durante todo el concierto. Tropic of Cancer tocó música para escuchar con el piloto puesto en modo Chill-out, acabando con un ritmo discotequero que invitaba a mover el esqueleto.
El dúo, refugiado en la armonía elegante, y a pesar de mantener una distancia flemática con el público, llegó a los corazones sin problema.