Sandra Kolstad no es nueva en el Festival Días Nórdico. La edición peruana de 2016, celebrada en el C.C. España de Lima, también contó con su presencia. Madrid vuelve a ser anfitriona de esta cita en su décimo aniversario. El ritmo de la cantante noruega abrió la tarde musical con sonidos orgánicos acompañados de simpatía y tranquilidad que regaló a toneladas. La mezcla de electrónica con pop sonidos texturas alejadas de la comercialidad inmediata se fundieron en estructuras orgánicas. Las canciones interpretadas fueron entidades autónomas que cristalizaron con suavidad sonora. Su música respiró tranquila con toques de acústica modular. La calma se apoderó de las teclas mientras los acordes lanzaban contactos suaves con la realidad. A pesar de que esta actuación se apoyó en Burning Love, el último trabajo editado, la artista multidisciplinar repasó temas de su discografía. El repertorio perteneció, en su mayoría, al trabajo más reciente sacando el intimismo de composiciones que cabalgaban sobre pentagramas acústicos.
Sandra Kolstad no impactó, tampoco decepcionó; no emocionó pero no aburrió aunque no llegara a tocar el corazón; tampoco dejó espacio para la improvisación. La plasticidad de sus temas creó movimientos abstractos abiertos a la lectura personal logrando imágenes paisajísticas repletas de matices coloristas, relajantes. La nostalgia de Hindemburg (San Silva, 2017) esparció un halo de serenidad. El estribillo de Rooms (Zero Gravity State of Mind, 2014), mezcla de disco y new wave, contó con la participación del público. Mango Corner fue el toque tropical, quizás funky, de una noche que hizo del sentimiento y la melodía relajada elementos compartibles. La presencia de Sandra Kolstad, dueña de una calidez contagiosa, estuvo arropada por su piano y los aplausos del público. Para que luego digan que los nórdicos son fríos.