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MÚSICA EN ESTADO PURO
(Arte, tecnología y pandemia se dan la mano en Viena)

J. G.
(Madrid, España)

El coronavirus ha obligado a retrasmitir en Concierto de Año Nuevo sin público mientras lo dirigía Riccardo Muti
   

La Sala Dorada del Musikverein se ha hecho extraña en este concierto de Año Nuevo. La orquesta presidida por Riccardo Muti ocupaba en solitario esta joya de la arquitectura neoclásica vacía. El coronavirus ha obligado a guardar medidas de seguridad antes que interrumpir un rito social y musical patrimonio de la Humanidad.
El recuerdo con el piano de fondo tocado por Nacho Cano en la Puerta del Sol, vacía también, se escuchó como melodía protectora de una tradición, este año más que nunca. El protagonista, ayer, fue un miembro de Mecano; ahora, es tiempo para la familia Strauss. Este acontecimiento instaurado en 1870 no es conocido por un repertorio novedoso sino por la calidad de sus directores. Riccardo Muti repite en la dirección por sexta vez superando las cinco de Zubin Mehta. La fiesta, por encima de los inconvenientes pandémicos, ha querido que la gala se celebrase sin espectadores. La sala sin público se hizo extraña, más próxima al ensayo o la grabación discográficos que al directo. La orquesta creció desde el acorde inicial regalando los oídos de sentimiento. Sin embargo, a la magia del espectáculo le faltó la complicidad del lleno absoluto, gestos absortos, caras conocidas y no tan familiares.

La abertura clásica de Marc-Antoine Charpentier dio paso a los sonidos rápidos en forma de opereta firmada por Franz von Suppé. Fatinitza fue la primera escrita en tres actos que, junto a Boccaccio, representaron sus éxitos más importantes. El padre de este género austríaco volvió a sonar con la obertura de Poeta y campesino. Georg Solti, al frente de la Orquesta Sinfónica de la Radio Bávara, dirigió la grabación del Concierto de Nochevieja de 1980 en la Sala Hércules del Palacio de Múnich. Las imágenes históricas del Museo de la Técnica y del Teléfono de Viena ilustraron una celebración inusual. Las polcas rápidas de Johan Strauss hijo (Niko) y Josef Strauss, Sin preocupaciones, fueron apropiadas para estos momentos que queremos pasar con premura. El esplendor de templo concertístico lucía su atuendo con brillo apagado, como si fuera las ruinas de un tiempo que busca su florecimiento. El vacío presencial dibujó el único reducto existente en un entorno posapocalíptico de superviviente. Las esculturas desnudas de Franz Melnitzky miraban las batucas con sorpresa sin que su rictus haya cambiado en casi 150 años. Las rosas que decoraban el lugar cumplieron su cometido tristes pero marciales. Las versiones inéditas de Carl Zeller, con su vals Lámparas de minero; el galope de Carl Millöcker, Vive la vida; y el vals Muchachas de Baden, del compositor checo Karl Komzák II, no confundir con su padre Karel Komzák I, aportaron innovación.

A pesar de la ausencia humana, el corazón de la música invade todo de vitalidad. La Orquesta Filarmónica de Viena fue el concertista humilde que no esperaba la recompensa de la ovación alentadora. El recital sonoro fue intenso gracias a los movimientos de Muti, entregado, solitario en su dimensión festiva. No hubo caras famosas, imágenes representativas ni gestos de admiración que rellenaran un hueco demasiado protagonista: sólo música en estado puro.
La parte audiovisual conmemoró la incorporación centenaria del estado federado de Burgenland a la República de Austria. El documental está firmado por el cineasta Felix Breisach, especializado en producciones televisivas: desde El hombre de La Mancha (1994) hasta su trabajo más reciente, Un viaje musical a través de Grafenegg, inspirados en la música clásica.

José Carlos Martínez repite por segundo año consecutivo situando la coreografía de Voces de primavera en la Casa Loos, cumbre del modernismo; traslada la Polca Margherita al Palacio Jardín Liechtenstein con vestuario de Christian Lacroix. Los toques de castañuelas representaron el punto español gracias al Galope veneciano. Johann Strauss hijo compuso En los bosques de Krapfen, titulada originalmente En los bosques de Pavlovsk, durante una gira rusa. Aportó motivos de Rigoletto, Ernani y Macbeth en Cuadrilla Melodías, llamada también Nuevas melodías.

La felicitación del maestro italiano llenó un local extraño con una reivindicación moral: ‹‹La música no sólo es una profesión sino una misión››. Lanzó el mensaje a los mandatarios políticos para considerar la Cultura motor de un mundo mejor; definió la música como un arma de paz destinada a mantener la salud mental. A pesar de que Riccardo Mutin, Premio Príncipe de Asturias de las Artes en 2011, acabó el evento oficialmente, el cierre absoluto se completa con tres explosiones. Polca Furioso, de Johann Strauss hijo, como réplica al galop Furioso que escribió su padre 21 años antes. Las notas de En el bello Danubio Azul despertaron fantasmas empáticos y optimistas. La técnica acercó el calor del retardo a la Marcha Radetzky. Los aplausos de 7.000 personas sonaron al unísono desde diferentes partes del planeta; 14.000 manos apoyaron una audición con presencia virtual. Esta marcha militar se interpretó sin las palmas del auditorio como acompañamiento por primera vez en la historia. La batuta pasará a Daniel Baremboim en 2022. Nos queda seguir disfrutando con Beethoven, Listz, Verdi o Mozart.

 

 

J. G.

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