Algunas frases no se sabe si se dicen con intenciones dobles o es que al interlocutor le faltan neuronas. Nicky Jam, un rapero que, según los entendidos, donde va, lo peta ha metido la pata hasta el fondo en público. Gracias a la connivencia de un presentador superficial, y un coro de simios que no necesitan regidor para aplaudir, las palabras gruesas se enmascararon de tono alegre con olor podrido. Aplaudir, reír en este caso, las tonterías de un cantante que hace de la entrevista relajada una cadena de tonterías irrespetuosas, establece una complicidad peligrosa entre el aplaudido y los aplaudidores. El sentido común brilla por su ausencia.
En un programa de audiencia máxima, rodeado de una corte de seguidores zombis, y dos hormigas con aspecto mironiano, el personaje musical fantaseó sobre sus preferencias sexuales en la presentación de Fan de tus fotos, su trabajo próximo. El vídeo promocional usa a la mujer para mover las caderas a ritmo de imaginación carnal y un poco de fantasía sado. Esta música vacía, desinteresada en el mensaje, no es la primera en su carrera; tampoco será la última y todos tan contentos. Dejando a parte los logros discográficos del trabajo, sus opiniones sobre la capacidad de fantasear con cualquier mujer dejaron mucho que desear sobre la talla humana de Nicky Jam. Su capacidad para ficcionar con todo lo que tenga delante un nombre femenino es sobrenatural, cargada de testosterona vocal. Es, según lo descrito por él, un macho al que ninguna hembra que se le pone por delante, y lo merece, puede ser desaprovechada. Si (la mujer) ‹‹no cumple los requisitos, hay que dejarlo en fantasía››. No desaprovecha la situación para disparar su escopeta varonil y pasarse por la piedra a todo lo que huela a hembra.
En esta comparecencia a distancia, hizo un autorretrato de cuadrumano con acento caribeño. La sinceridad al admitir su debilidad por las mujeres se emborronó al continuar con la perla de que su miedo radica ‹‹en que se acaben››. Parecía otro macho confeso que de puro sincero cae en el mal gusto. Y siguieron las gemas en horario de audiencia máxima: Que si fantasearía con Angela Merkel. A lo que el bachatero respondió no tener reparos, si está buena, por supuesto. Y la concurrencia a desternillarse como pánfilos. Me pregunto si entre ese respetable habría alguien capaz de condenar el machismo que invade las noticias.
Nicky Jam no sabe quién es la canciller alemana, confesión que ha servido para constatar lo sospechado a cerca de su cociente intelectual. De todas formas, y para que no haya malentendidos, vaya mi respeto a este individuo que se mueve por los escenarios a ritmo de canciones marcadas por un sexismo descarado que la industria discográfica y, peor aún, el consumidor aplauden. Una pena.
¿Habrá comentarios que reprochen estas palabras, que exijan perdón ante una caradura cubierta con la careta promocional televisiva? ¿No se debería cuestionar el talante profesional del presentador, Pablo Motos, al no reconducir al cantante y sus frases vomitivas? ¿O es que los artistas que molan al espectador joven están perdonados de toda culpa? Para herir sólo hay que acuchillar sin derramar sangre. Nicky Jam es un tipo que merece el arrinconamiento en la ignorancia payasa más necia. Debería esconderse por vergüenza al disfrutar con su sinceridad de mal gusto antes que deleitarse con sus tonterías. Quizás haya mostrado su parte más sincera. Ojalá que estas palabras hayan salido de la boca de Nicky Jam no del ciudadano Nick Rivera Caminero.
