Los quijotes de antaño emprendían empresas de las cuales desconocían sus dimensiones igual que los faraones Georgie Dann o Mr. Surf, como le queramos llamar, ya no mueve el verano a ritmo de melodía pegadiza. Su música era intrascendente sin aspirar a más que el esparcimiento. El artista parisino fue el icono ideal para amenizar las fiestas del pueblo con orquesta de tocadiscos. Tuvo el ingenio de hacerse querer con el estribillo contagioso y de recuerdo fácil. Era tan sonoro que los momentos de aburrimiento los convertía en jarana. Igual que la frivolidad de la prensa rosa esperaba la foto de Ana Obregón en bañador, para inaugurar las temporada de sol y costa, el mundo discográfico esperaba a que Georgie Dann nos sorprendiera con una composición nueva. Sus temas inauguraban musicalmente el periodo estival con un ritmo que cerraba guateques y discotecas veraniegos. El término denostado canción del verano arrasaba pistas durante tres meses gracias a él. Se expandía como un virus entre oídos ligeros, amantes de la juerga playera.
La música y las artes escénicas se sentirán rodeadas de ambiente selvático en una superficie de 5.000 metros cuadrados. Los coches se almacenarán en un garaje para 400 plazas que crearán una sonata subterránea de frenadas, bocinas y luces intermitentes. Las cifras se incrementan al presupuestar en casi once millones y medio de euros el coste del proyect Nacho Cano o. Nacho Cano teme que los puestos de trabajo que se generarán, directos e indirectos, peligren si la batuta política no mueve las obras. El músculo vecinal, en el otro extremo de la balanza, se opone a una pirámide distópica y oportunista acunada por la flauta de un Hamelín moderno. ¿Las entradas del espectáculo se ofrecerán con precios populares o serán asequibles sólo para monederos robustos? ¿Se apadrina a la cultura privada, se segrega a la pública? ¿Hay algo de especulación en un sueño que sepulta necesidades vecinales?
Tanto sonido repetitivo se convertía en una pesadilla martilleante, casposa por lo reincidente de una letra saltarina y un ritmo capaz de contornear bikinis y bañadores sin límite de edad. Este delirio no perseguía el mensaje sino combatir el calor con frescura y mucho picante. La fidelidad a una sonoridad fácil fue exitosa; su ocurrencia, única. Georgie Dann se adelantó al fenómeno de la canción viral, le dio una patada en los hocicos a Internet a través de las ondas radiofónicas. Su personalidad circense, con agilidad para el salero armónico, estudió durante nueve años en el Conservatorio de París y se especializó en el clarinete, también tocaba el saxofón y el acordeón. Tuvo una experiencia en el Festival del Mediterráneo, de 1965, representando a Francia con Tout ce que tu sais. Su importancia en la cultura musical española se reconoce por ser de los primeros cantantes que incorpora el vídeo a las canciones, fusionando sonido e imagen en un matrimonio que todavía sigue unido. En su repertorio destacan títulos míticos como El Bimbó; Macumba; Carnaval, carnaval; El africano; El chiringuito; La barbacoa; La paloma blanca; El dinosaurio o Mi cafetal. Juanita Banana fue el salto a la fama en las listas de éxitos españolas. Su cadencia recuerda a la paella, los daiquiris, las piñas coladas, el cubo y la pala, el flotador, la sangría, los karaokes. Georgie sólo componía para divertir no para provocar. Fue estrella con sus apariciones en programas como 300 millones; Aplauso; así como galas caniculares con y sin televisión delante. Su muerte ha provocado tristeza en una espera que ahora no será tan personal. Georgie Dann se le recordará por sus coreografías acompañadas de bailares coloridos.