Los quijotes de antaño emprendían empresas de las cuales desconocían sus dimensiones igual que los faraones egipcios o las civilizaciones precolombinas honraban a sus dioses a través de construcciones megalómanas. Unos y otros se aseguraban la perdurabilidad en la Historia con sacrificios exigidos, o impuestos, al pueblo. Nacho Cano no pertenece a ninguno de los grupos anteriores, sólo busca perpetuarse en la especie musical como promotor del patrimonio audiovisual con espectáculos de proporciones grandiosas. El síndrome de la grandiosidad efímera acompaña al músico y empresario madrileño con verticalidad supina, bien sea para mantener el ocio o el negocio. Nacho Cano se sube al carro de los elegidos para el recuerdo al construirse su propio monumento totémico. El nonato ya tiene nombre, Teatro Malinche, y enclave en la avenida Machupichu de Hortaleza: el poso cultural choca con la operación urbanística. Esta denominación rescata del olvido a la mujer nahua que colaboró con Hernán Cortés en la conquista del Imperio tenochca. La esposa futura del extremeño, conocida como doña Marina, fue una de las 19 mujeres esclavas dadas como tributo a los españoles por los indígenas de Tabasco, tras la batalla de Centla. La edificación con vistas al pelotazo urbanístico imita a las torres levantadas por los aztecas aunque su vida no será milenaria ni centenaria sino cuatrienal. Pasado ese tiempo de explotación comercial, cantaremos aquello de No es serio este cementerio, recordando la canción de Mecano resignados. Algunas piedras se disfrutan mejor con su desaparición.
La cultura se mezcla con las licencias, las concesiones sin competidores, los enchufes, las puertas traseras; en definitiva, con la solfa desafinada que quiere sonar armónica. La compañía Malinche The Musical Spain SL, creada por Nacho Cano para la producción del espectáculo dedicado a Hernán Cortés, ha pisado un terreno maldito y yermo. La parcela en cuestión posee una tradición de servicio público poco exitosa ya que en 2002 fue cedida al empresario y ventrílocuo José Luis Moreno durante 75 años para que construyera el gigantesco Coliseo de las Tres Culturas. Moreno, detenido hace meses por un delito de estafa y blanqueo de capitales, nunca comenzó a levantarlo. La empresa vende notas de arpegio étnico en el pentagrama político.
La música y las artes escénicas se sentirán rodeadas de ambiente selvático en una superficie de 5.000 metros cuadrados. Los coches se almacenarán en un garaje para 400 plazas que crearán una sonata subterránea de frenadas, bocinas y luces intermitentes. Las cifras se incrementan al presupuestar en casi once millones y medio de euros el coste del proyecto. Nacho Cano teme que los puestos de trabajo que se generarán, directos e indirectos, peligren si la batuta política no mueve las obras. El músculo vecinal, en el otro extremo de la balanza, se opone a una pirámide distópica y oportunista acunada por la flauta de un Hamelín moderno. ¿Las entradas del espectáculo se ofrecerán con precios populares o serán asequibles sólo para monederos robustos? ¿Se apadrina a la cultura privada, se segrega a la pública? ¿Hay algo de especulación en un sueño que sepulta necesidades vecinales?
La viabilidad del negocio es clara para el Ayuntamiento de José Luis Martínez-Almeida. El alcalde lo autorizó sin concurso público, hipnotizado por el engorde que supone para las arcas municipales: 450.000 euros anuales como canon de cesión temporal sobre 19.000 metros cuadrados de parcela comunitaria. Lo curioso del Teatro Malinche, si se levanta, es que este parque temático solamente se utilizará para un espectáculo, dirigido por Nacho Cano. ¿Quién sufragará el desmontaje de este esbozo definido como ‹‹industrializado temporal››: los espíritus de los guerreros aztecas? Mientras, Costello, una sala emblemática y pequeña de Madrid se deja morir en silencio. Haya o no haya Malinche, la polémica está servida para una obra musical, de teatro, un documental, una película o un libro. La obra del antiguo miembro de Mecano, quien no ha dejado de lanzar guiños al PP, le pone a alguno de sus dirigentes. La canción del trío popero titulada La fuerza del destino ha sido clave en la sintonía Ayuso-Cano. Que suene la música.